29 de octubre: Día Mundial de la Psoriasis, una historia que se cuenta desde la piel
Por Mauro Yasprizza
Por Mauro Yasprizza.
Hay cosas que se aprenden a golpes. O, en este caso, a brotes. La psoriasis me acompaña desde los dieciocho años, cuando todavía pensaba que el cuerpo era un traje perfecto, invencible. No lo era. Un día aparecieron esas primeras manchas, rojas, secas, rebeldes. Al principio las disimulé, como si ignorarlas fuera una forma de curarlas. Pasaron los años y ellas siguieron ahí, marcando territorio. La piel, que siempre había sido un refugio, se transformó en un espejo incómodo.
Durante mucho tiempo conviví con la vergüenza, la negación, el pudor. Aprendí a esconder los brazos en verano, a evitar la playa, a fingir alergias o quemaduras. En silencio, fui dejando que esa enfermedad invisible para los demás se convirtiera en un peso visible para mí. Y así pasaron los años: entre diagnósticos tibios, pomadas sin rumbo y un cansancio que no era físico, sino emocional.
Hasta que apareció ella, la doctora Verónica Ortega, matrícula 14.380, especialista en clínica médica y dermatología. Mi luz en el camino, como suelo decir. Llegué a su consultorio cuando ya no esperaba demasiadas respuestas, con esa mezcla de resignación y desconfianza que arrastramos quienes aprendemos a convivir con algo crónico. Pero Verónica no me habló solo de tratamientos; me habló de vida, de procesos, de aceptación. Me explicó que la psoriasis no define a quien la padece, que no es una condena, sino una condición que se puede controlar, entender y abrazar sin miedo.
Gracias a ella comencé a tratarme en serio. Entendí que el cuerpo no grita por capricho, sino por necesidad. Que la piel es el primer lenguaje que tenemos, y cuando se inflama, lo hace para decirnos algo que no estamos escuchando. Empecé a conocer mi enfermedad, a seguir cada indicación, a respetar los tiempos, a cuidarme de verdad.
Hoy, 29 de octubre, en el Día Mundial de la Psoriasis, no escribo desde la queja, sino desde la conciencia. En Argentina, miles de personas la padecen y todavía arrastran el peso del estigma. Pero hay una buena noticia: se puede vivir bien con psoriasis. Se puede aprender a mirarse sin miedo, a reconocerse en cada marca, a entender que detrás de cada brote también hay una oportunidad de cambio.
La Federación Internacional de Asociaciones de Psoriasis (IFPA) instauró este día en 2004 para visibilizar la enfermedad, promover su diagnóstico temprano y derribar prejuicios. No es solo una fecha médica: es un recordatorio de que la salud también se escribe en primera persona, con nombres, con historias, con cuerpos que pelean por estar bien.
Moraleja: La psoriasis no te define; te enseña. Te enseña paciencia, constancia y amor propio. Porque, al final, la piel solo cuenta lo que uno calla: y aprender a escucharla es también una forma de sanar.

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