Chau al diciembre del miedo: el país cerró el año sin caos y con la calle en calma
Opinión, por Mauro Yasprizza.
Por Mauro Yasprizza.
Sin saqueos, sin estallidos y sin miedo. Por primera vez en décadas, Argentina despidió diciembre en paz. El Gobierno celebra orden, control y señales económicas que empiezan a sentirse.
Argentina llegó al final de 2025 sin el fantasma que durante años sobrevoló cada cierre de año. No hubo saqueos, ni desbordes, ni escenas de violencia organizada. Diciembre, históricamente asociado al miedo y la tensión social, transcurrió en calma. Y eso, en este país, es una noticia fuerte.
No pasó por casualidad. El Gobierno de Javier Milei sostiene que el orden no es un golpe de suerte, sino el resultado de una decisión política: hacer cumplir la ley, ordenar las cuentas públicas y terminar con la lógica del descontrol como forma de presión. Durante años, cuando el poder no estaba alineado, el caos aparecía como una costumbre. Hoy, esa escena no se repitió.
El Ejecutivo respalda su discurso con números. En dos años, el gasto público primario se redujo en unos 38.000 millones de dólares y el peso del Estado bajó al 31,4% del PBI, el nivel más bajo desde 2008. La idea es simple: un Estado más chico deja más espacio para producir, trabajar e invertir. Menos ruido, más previsibilidad.
Esa previsibilidad empezó a reflejarse en la economía real. A través del Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), ya se aprobaron diez proyectos por más de 25.000 millones de dólares. Minería, energía e infraestructura vuelven a aparecer en el radar de largo plazo, después de años de cepos, trabas y reglas que cambiaban todo el tiempo.
La energía es uno de los ejemplos más claros. La producción de petróleo creció con fuerza y el gas también mostró una suba sostenida, empujados por Vaca Muerta. Más producción significa menos importaciones, más dólares y menos dependencia. Algo básico, pero largamente postergado.
El campo también dio señales de recuperación. En 2025, las exportaciones agroindustriales alcanzaron su nivel más alto en diez años. La actividad creció y volvió a empujar la economía. El contraste es evidente: cuando se castiga al que produce, hay menos; cuando se libera y se da previsibilidad, hay más.
Del otro lado, persisten viejas recetas. Intendentes que proponen nuevas tasas sobre los combustibles para tapar déficits locales muestran que el reflejo de subir impuestos sigue vivo. Es el modelo conocido: más presión fiscal, menos eficiencia y el contribuyente como variable de ajuste.
Esta columna no discute simpatías ni relatos. Discute resultados. Diciembre terminó sin miedo. La calle estuvo en paz. La economía mostró señales de orden. La discusión ya no es ideológica: es práctica. El descontrol no es inevitable, y el orden tampoco es autoritario. Es, simplemente, una condición para vivir mejor.
Después de tantos años de despedir el año con angustia, la Argentina cerró 2025 con algo poco habitual: normalidad. Y en este país, eso ya es casi una revolución.

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