En los tiempos que corren es muy frecuente recibir consultas de padres colapsados porque sus hijos “no les hacen caso”, y al realizar el más elemental análisis funcional de lo que podemos identificar como conducta objetivo, encontramos que en la gran mayoría de los casos subyace a la situación problemática una profunda dificultad de los padres para establecer, transmitir eficazmente y hacer respetar los límites.
Padres que fueron hijos de generaciones con pautas de crianza rígidas, y que fundamentalmente en nuestro país, luego de verse atravesadas por las marcas del proceso militar, fueron críticamente valoradas como “autoritarias” o “dictatoriales”. Estos nuevos padres en su desarrollo, han pretendido eliminar de su propio comportamiento cualquier sesgo de autoritarismo, influenciados por las emergentes corrientes psicológicas y pedagógicas; y por un marco socio político que potenciaba los anhelos de libertad y democracia. El caso es que la importancia que tienen estos valores para un pueblo, no es aplicable en la vida familiar. El ejercicio de la autoridad parental es necesario, y no es autoritarismo.
El conocimiento actual del funcionamiento psicobiológico de la ansiedad, y los aportes de las terapias cognitivas respecto al desencadenamiento de la misma, nos permiten saber que la incertidumbre opera como ansiógeno (factor generador de ansiedad), y la falta de establecimiento de límites claros y precisos genera incertidumbre. Por el contrario, sabemos también que el conocer los límites (aunque siempre los estén testeando y tratando de transgredir) otorga a los niños un fuerte sentimiento de seguridad, al igual que los rituales y la certeza respecto al amor de los padres independientemente de que su comportamiento sea o no el deseado por ellos.
Desde el marco de la psicoterapia cognitivo conductual se pueden brindar estrategias que permitan a los padres afrontar exitosamente este tipo de conflictos, modificando las conductas problemáticas de los niños y modulando las ansiedades e impulsos de ira de los padres. La asertividad (capacidad para expresar lo que uno siente, piensa o prefiere, de forma adecuada y oportuna) y la empatía (capacidad para ponerse en el lugar del otro) de los padres es el primer paso para que los niños aprendan a desarrollar habilidades sociales y sentimientos de autoeficacia.
Las intervenciones terapéuticas:
En la consulta una vez que se evalúa a través de una minuciosa historia clínca, la no existencia de indicadores de alteraciones orgánicas en general o neurológicas en particular en la etiología (causa/origen) del comportamiento por el cual consultan los padres, es necesario definir el problema generador de malestar.
El próximo paso es la definición descriptiva de la/s conducta/s objetivo y su jerarquización en función de las prioridades de los padres al respecto. Es necesario hacer un análisis funcional de las mismas para diseñar las estrategias. Para ello es preciso que los padres realicen una observación y registro de la frecuencia, intensidad y duración de las mismas en un período determinado, a fin de establecer una línea base de comportamiento por dos motivos: uno es establecer un parámetro que indique objetivamente la evolución del tratamiento, y el otro y más importante es generar en los padres una percepción lo más exacta posible sobre las reales dimensiones del problema. Muchas veces “sienten” que la criatura tiene un comportamiento determinado “todo el tiempo” y cuando se hace este tipo de observaciones y registros se dan cuenta de que en realidad ocurre una vez a la semana por ejemplo, y por el contrario otras veces minimizan situaciones cuya frecuencia o intensidad reales son mucho más alarmantes.
Una vez definido el problema y realizado el análisis funcional de frecuencia, intensidad, duración, antecedentes y consecuentes de la conducta, y antes de pensar en un programa de modificación de conductas, es fundamental brindar herramientas de afrontamiento a través de la Psicoeducación.
Psicoeducación: Control de los impulsos y modulación de la ansiedad de los padres
La terapia cognitivo conductual es un procedimiento de carácter activo, directivo y estructurado, por lo tanto limitado en el tiempo. En este tipo de terapias el concepto clave para el funcionamiento psicológico son las cogniciones (ideas, pensamientos, creencias) y el auto registro es una de las principales técnicas que permite acceder a esos pensamientos y por lo tanto a poder detectarlos (escuchar qué nos decimos en nuestro permanente diálogo interno), adquirir la capacidad de detenerlos (cuando sean negativos) a través de diversas técnicas y a partir de allí modificar las emociones que provocan y las acciones que tomamos en consecuencia.
Es preciso identificar y reformular las creencias erróneas respecto a la noción de niño, muchas veces los padres ven a sus hijos pequeños como adultos en miniatura, desconociendo las diferencias cualitativas respecto al adulto además de las obvias en cuanto al crecimiento físico. Explicarles las leyes del comportamiento humano y los principios del aprendizaje, así como los estadios de desarrollo, las capacidades y las limitaciones en cuanto al procesamiento de la información en las distintas etapas evolutivas de sus hijos, otorgan a los padres la capacidad de generar empatía, y fundamentalmente de no interpretar las acciones de sus pequeños como malintencionadas, en el sentido de “se porta así porque quiere volverme loco”, y empezar en cambio a comprender racionalmente los mecanismos mutuos de coerción que sostienen los vínculos disfuncionales y los comportamientos inadecuados. Estos procedimientos también contribuyen a desarrollar autocontrol sobre los impulsos, especialmente de ira, ya que además de disponer de técnicas específicas aplicables para el control de los impulsos en general, es necesario que entiendan la importancia de conservar la calma para ejercer el control de la situación, y no terminar gobernados por las conductas coercitivas de sus hijos.
Programa de modificación de conducta:
Los programas de entrenamiento para padres generalmente incluyen instrucción sobre los principios del aprendizaje social y destreza para dar instrucciones u órdenes claras y precisas. Es muy productivo insistir en que tanto los elogios como las órdenes deben ser claros, precisos y descriptivos. Es notable la sorpresa en los padres cuando el terapeuta les hace tomar conciencia de que la frase “portate bien” está absolutamente vacía de significado para el niño, y más asombrosa es la eficacia que esta intervención puede tener en el sólo hecho de que los padres empiecen a implementar un modo descriptivo para expresar sus expectativas y vuelvan fascinados por el alto grado de respuesta a las consignas que obtienen a partir de ello.
Es preciso también reconducir la atención de los padres a las fortalezas de sus hijos. Es frecuente que las personas tengamos la tendencia a focalizar, como en “efecto del túnel” en las debilidades de nuestros seres queridos. Con ello, además de no contribuir a un óptimo desarrollo de la autoestima y de la percepción de autoeficacia, estamos sin darnos cuenta reforzando positivamente la conducta que pretendemos extinguir (es decir aumentando la frecuencia de su ocurrencia).
Desmitificar la idea distorsionada de que el reto, los gritos y la violencia física como castigo eliminan conductas; por los principios del condicionamiento operante (una de las leyes del aprendizaje humano), está demostrado que los gritos y retos violentos nos hacen más que reforzar aquello que se pretende extinguir, porque de un modo u otro es una manera de prestar suma atención. Cuando los padres enfurecen no hacen más que dar un espectáculo llamativo al pequeño infante que aprende de inmediato que si hace tal cosa, sus padres abandonarán toda tarea para venir a focalizar la atención y la energía en ellos, cosa que no ocurre cuando están “tranquilos”. Si desea extinguir una conducta, ignórela.
Por el contrario, implementar procedimientos de refuerzo positivo (elogios, atención, etc.) para las conductas deseables, son los pilares del programa de modificación conductual. Es importante escuchar a los niños, mirarlos a los ojos, agacharnos o sentarnos en el piso para ver el mundo con sus ojos, y saber siempre, todo el tiempo, que los niños nos miran, y en su comportamiento nos podemos ver reflejados. El aprendizaje vicario, observacional, o por modelado, es una de las improntas más tempranas. Preguntarnos cuál es el modelo que están imitando, o en todo caso, cuál es el que desearíamos que imiten, nos puede ayudar incluso a comprometernos con ser mejores personas. A padres desquiciados, niños berrincheros…Si queremos una sociedad mejor, empecemos por casa.
Kazdin, A. E. (1978) Modificación de la conducta y sus aplicaciones prácticas (Partida Omaña C., trad.) El Manual Moderno
Delgado Senior, F. (1983) La terapia de conducta y sus aplicaciones clínicas. Editorial Trillas México
Caballo, V. E. compilador (1991) Manual de técnicas de terapia y modificación de conducta. Editorial Siglo XXI de España