«En el país mueren veintidós personas por día en siniestros viales y sólo trece en el resto de los delitos dolosos sumados. Aún así, la gente se preocupa porque le roben la cartera, pero no tienen miedo de cruzar la calle», reflexiona Mónica Gangemi, presidenta de la ONG Compromiso Vial.
Su acercamiento a la militancia fue accidental. Ella es la madre de Úrsula Notz, una chica de 16 años que falleció el 22 de mayo de 2005 cuando Matías Capozucca chocó contra un árbol el BMW en el que viajaba junto a Nayib Abraham, de 19 años (también fallecida), y Carla Alfaro, de 25 (quedó en estado de coma vigil). Desde entonces, dedica su vida a luchar contra la violencia vial, un problema transversal de la sociedad que tiene en la mira a los sectores más pudientes. “Es una problemática de guante blanco. El que mata siempre es de una clase económica superior a la persona que fallece”, asegura.
Para Mónica hay una tendencia a relativizar los siniestros viales. Se habla como si se tratara de un problema abstracto, circunstancial, lejano. Sin embargo, es algo cotidiano que vecinos, amigos o conocidos mueran en calles y rutas. «Los números lo dicen. Según las estadísticas, tenemos muchas más posibilidades de morir en un siniestro vial que en un hecho que implique un delito doloso. Aún así, la seguridad vial no entra dentro de las expectativas del bienestar social», explica.
“Es una problemática de guante blanco. El que mata siempre es de una clase económica superior a la persona que fallece”.
Para los militantes de Compromiso Vial, detrás de los choques que se cobran vidas todos los días, está la raíz de una sociedad agresiva que se disputa poder y virilidad en cada bocacalle. Mónica acusa que la prepotencia al volante no es otra cosa que «violencia vial» y forma parte del accionar diario de los criminales. Su postura es determinante: «Investigando descubrimos que todas las personas que tienen causas por narcotráfico, estuvieron implicadas antes en causas por violencia vial. Muchos de los implicados en causas por violencia de género tuvieron alguna vez problemas viales. La raíz es la misma, pero la gente no le presta atención, lo naturaliza».
Gangemi habla claro, tranquila, con la madurez de un duelo trabajado, con paciencia que brinda la aceptación de un dolor que va a cargar toda la vida. Ella considera que la violencia vial sólo se puede combatir desde el Estado, con recursos humanos y económicos, con el compromiso de todas las esferas de la sociedad.
“Según las estadísticas, tenemos muchas más posibilidades de morir en un siniestro vial que en un hecho que implique un delito doloso”.
Entre muchas otras propuestas, destaca la necesidad imperiosa de que el Ministerio Público de la Acusación tenga una fiscalía específica para siniestros viales, que estipule un protocolo de trabajo a la hora de investigar. «Nosotros somos los que más sabemos. Los políticos van cambiando de cargos y muchas veces no tienen información sobre la problemática. Por eso buscamos charlar con todos y procurar que tomen una real dimensión sobre la principal causa de muerte no natural de nuestro país», cerró.
El último caso
El pasado sábado 29 de julio Andrés Alejandro Muñoz, de 35 años, murió al quedar en medio una picada. Él viajaba en su Fiat Duna Weekend rojo por Necochea y al cruzar Avenida 27 de Febrero, fue embestido por un Renault Laguna -manejado por Ariel L., de 27 años- que estaba corriendo una carrera clandestina con un Chevrolet Vectra, que logró esquivarlo. El conductor del Renault fue imputado de homicidio triplemente agravado y el juez Carlos Leiva le dictó prisión domiciliaria mientras la fiscalía investiga el caso.
Cifras que alarman
Los números asustan. Según estadísticas brindadas por la Asociación Civil Luchemos por la Vida, en 2016 murieron en Argentina 7268 personas; es decir, un promedio de 20 personas diarias. Durante el mismo período, hubo en Santa Fe 736 víctimas. Argentina es el quinto país con mayor cantidad de fallecidos por accidentes de tránsito en el mundo, ránking liderado por Suecia, Holanda, EE.UU. y España.