-Enviado especial a Cosquín
Cosquín dispone, entre otras tantas cosas, el encuentro de miles de personas que, todos los años, emprenden el peregrinaje hacia la ciudad cordobesa del Valle de Punilla. Año tras año se enciende el resplandor de una llama que entabla un diálogo necesario que construye la escencia del festival.
En la noche de apertura y primera luna, hubo por momentos sensaciones de regreso a otros tiempos, espacios para el disfrute de la familia y un claro clima de convivencia el cual quedó unido bajo el aplauso, un moderador necesario que le da entidad a cada uno de los que ponen un pie en el escenario Atahualpa Yupanqui.

El homenaje a Mercedes Sosa, Traigo un pueblo en mi voz, fue el inicio de la propuesta musical del festival. Encabezado por el pianista y arreglador, Popi Spatocco, quien fuera el arreglador de La Negra, y junto a sus amigos y compañeros de ruta más memorables: León Gieco, Víctor Heredia, Teresa Parodi, Liliana Herrero, Peteco Carabajal, Julia Zenko , entre otros, más una orquesta de cuerdas y un coro integrados por más de 140 músicos en escena.
En ese marco, el espectáculo, trajo nuevamente a Mercedes, en el año en que se cumplirán los 10 de su muerte, se destaca por lo que la cantante tucumana representa para el Festival, donde en 1965, presentada por Jorge Cafrune, comenzó a escribir su historia en la música popular argentina.
Con diversas formaciones, los cantantes fueron cantando la historia a través de canciones que representan un acervo colectivo de varias generaciones: Las manos de mi madre, Los hermanos, La musiquita, Alfonsina y el mar, fueron algunas de esas representaciones que rodaron con el viento de la plaza hasta llegar a los oídos de la platea, silenciosa, cautiva, recibiendo a sus juglares en un canto a la vida y la permanencia de una cantora que jamás será olvidada.
Lo de anoche, fue una demostración de que la memoria sigue activa, y lo que representaba Mercedes Sosa también está vivo: el sueño de todos, el conjunto, la equidad como panorama de futuro y la paz como estado permanente.
Por otro lado, la llegada de la Trova Rosarina, mediante el ciclo Postales de Provincia, en este caso en representación de la provincia de Santa Fe, trajo al calor de la plaza, los recordados años ochenta. Como una puerta que se abre al recuerdo, Juan Carlos Baglietto y Silvina Garré dieron vida a este momento con el tema Era en abril. Después, acompañados por Adrian Abonizzio, Jorge Fandermole, Rubén Goldín y Fabián Gallardo, un repaso a esos tiempos a través de Canciones como El tempano, Yo vengo a ofrecer mi corazón, La historia del Mate Cocido y Oración del remanso.
El público se puso de pie y pidió el bis, que llegó un poco retrasado por el extenso protocolo con las autoridades provinciales Fue con La tristecita, en homenaje al santafesino Ariel Ramírez. Nada está cerrado, después de este momento, como un deseo profundo, Baglietto se despidió del público pensando en el regreso. “Ojalá así sea”, dijo.
El cierre, a cargo de Soledad Pastorutti, siempre es efectivo. Soledad, La Gringa, como se denomina en su último corte de difusión, revivió el romance con su gente y pasó por todos los temas clásicos con los que arrancó aplausos de la platea. “¿Ya se la saben?”, preguntó sobre su nuevo tema que la describe y que le compuso el músico colombiano Carlos vives.
Siempre a la moda, ya con looks coloridos, vestidos largos que dejaron atrás, ya hace un tiempo, las emulaciones a las vestimentas típicas. No faltó el momento con su hermana Natalia, quien se divierte en el escenario cada vez que Soledad la convoca. En su voz, Pedro canoero, el clásico de Teresa Parodi, a quien después Soledad dedicó unas palabras de agradecimiento ya que sus canciones fueron en el principio de su cantar las primeras que se animó a cantar. En ese contexto un set de chacareras, entre las cuales se escucharon: La vieja, Somos nosotros de Raly Barrionuevo como novedad y, posteriormente, el clásico Don Ata donde nos e privó de revolear el poncho.
Soledad viene escribiendo un nuevo capítulo en su carrera artística desde hace algunos años. Esta actuación así lo demuestra, una artista madura que va por más y que sostiene el lazo con el público que la vio niña una vez revoleando el poncho en ese mismo escenario que hoy la recibe como una de sus estrellas consagradas. Soledad regresó a su casa, con la comodidad que eso implica, aunque estar cómodo no quiere decir estar relejado, siempre hay una oportunidad para dar otro paso y demostrar que una carrera nuca se deja de construir.
Además dentro de la grilla de esta noche de apertura, estuvieron Los Fuelles Correntinos, el grupo encabezado por los Hermanos Balestra, quienes vienen de ser sensación el Festival del Chamamé en la provincia de Corrientes. La música litoraleña trajo color a la plaza y mucha adrenalina, el espectáculo, un homenaje a los bailes puebleros y los músicos que suelen ser quienes animan la fiesta. Otro de los artistas, fue el pianista pampeano Román Ramonda, quien en una propuesta excéntrica, transitó diversos estilos, entre la cumbia y clásicos como la Marcha turca de Mozart, pero con sonidos electrónicos estridentes. Una versión criolla de André Rieu.