Por Pablo Andrés Cribioli
Diego Armando Maradona nació el 30 de octubre de 1960, en el Policlínico Evita, en Lanús. Su familia de origen correntino se afincó en Villa Fiorito, partido de Lomas de Zamora.
Ya de pibe se tuteó con la pobreza y con las vicisitudes que nacen dentro de un hogar humilde, de padres trabajadores,sacrificados para poder mantener a sus hijos.
Diego se inclinó rápidamente por lo que sería la gran pasión de su vida: la pelota. Desde allí y con ese instrumento maravilloso que lo ha acompañado a lo largo de sus 58 años edificó su vida plagada de momentos únicos y maravillosos. Y también de adversidades que opacan su trayectoria cuando escudriñamos en la vida de Pelusa y chocamos con las miserias que lo han abrumado y que se transparentan en su actual imagen que impacta por sus ráfagas de decadencia y colisionan con la imagen de aquel inolvidable y único futbolista que los argentinos, amantes del fútbol, veneramos.
Para recordar con precisión el día en que Diego Maradona debutó en primera división a los 15 años dialogué extensamente con un viejo amigo que hoy a los 75 años recuerda en forma cristalina el momento en que siendo el técnico de Argentino Juniors tomó la decisión,en 1976, en un partido frente a Talleres de Córdoba de hacerlo debutar.
Juan Carlos Montes, es recordado particularmente por su trayectoria como un gran número 5 a quien el gitano Juárez lo ubicó definitivamente como un clásico volante parado delante de la línea de 4 y luego como el técnico que con sólo 30 años logró con Newell`s el primer campeonato en el año 1974 para la institución del parque.
Aquel 20 de octubre frente a Talleres y cuando transcurría el segundo tiempo, Montes llamó a ese pibe de cabello ensortijado y poca talla y le preguntó:» te sentís en condiciones de entrar… te animás ? La respuesta fue inmediata y afirmativa. Bueno, le dijo Canción: entonces anda ,movete con tranquilidad, cuidate porque van a intentar amilanarte; jugá con soltura y si podes tira un caño». Y lo hizo. La victima de aquella primera travesura fue un tal Cabrera, que por supuesto se «comió» el caño, pero Diego quedó desparramado en el campo de juego, mientras Montes desde el banco le hacía un guiño festejando a quien luego sería por años el mejor jugador del mundo. Toda una demostración de carácter, personalidad y destreza en un mismo acto.
Así comenzaba la historia de un debutante quinceañero que se convertiría rápidamente en el más grande de todos los tiempos, salvo Pelé.
En este particular momento de la vida de Diego, Juan Carlos recuerda como conoció a este diamante del fútbol que por entonces jugaba en la séptima división del club de la Paternal.El había llegado con el propósito de salvarlo del descenso. Su principal objetivo era analizar a los jugadores con los que contaba en el plantel de primera división. Mientras esto ocurría, una mañana de entrenamiento, recibió la visita de Tino Rey. Un hombre que como tantos que existían en aquella época en los clubes del fútbol argentino, conocía a todos los jugadores que integraban las divisiones inferiores. Tino charló un largo rato con Montes hasta convencerlo que observara las divisiones inferiores y particularmente la séptima división. Este hombre estaba convencido que ahí había dos o tres chicos que tenían un gran futuro. A Montes le sonaba extraño pensar en incorporar al plantel de primera división a chicos de tan sólo quince años, pero luego de observar la práctica, rápidamente coincidió en que uno de ellos «venía de otro planeta»; inmediatamente pensó que estaba ante un fenómeno que era capaz de pegar un salto de la séptima división a primera . Así fue como lo incorporó al plantel superior. Tino tenía razón y él no dudó.
Después del debut, Maradona empezó a espaciar sus viajes a Villa Fiorito y comenzó a quedarse generalmente en la casa de Jorge Cyterszpiler, quien en la opinión de Montes no sólo lo albergaba en su casa muy seguido, sino que además lo cuidaba y le daba una mayor calidad de vida.
Canción cree que Cyterszpiler jugo un papel preponderante en la carrera de Diego.
Luego vinieron los éxitos, el mundial juvenil, su transferencia a Boca, el primer título obtenido , su pase al Barcelona, el Nápoli, la frustración del 82 y toda la gloria del 86, donde no sólo se obtuvo el título mundial.A partir de ese momento se transformó en leyenda.
Estoy convencido que deportivamente la etapa más fértil de Maradona como futbolista culminó en 1990 cuando estuvimos cerca de ganar otro mundial. Lo que vino después comparado con lo hecho hasta ese momento resultó raquítico, sobre todo como técnico, salvo pinceladas esporádicas de un fuera de serie, como lo fue él, como futbolista.
Quizás el mejor ejemplo fue su paso por Rosario vistiendo la camiseta de Newell´s Old Boys. En esos dos meses no sólo logró sacudir la modorra de los hinchas leprosos. Además convulsionó a toda una ciudad y al fútbol argentino por su carisma y lo que simbólicamente representaba para el fútbol ,pero ya sin la magia futbolística que lo acompañó hasta el mundial del 90.
Lo demás fue un lento descenso que siempre fue acompañado por los fantasmas de una vida que lo obligó a pelear con los monstruos y los excesos de los que nadie está exento. En esa pelea no le fue tan bien como en su época de oro como futbolista. Perdió más de lo que ganó.Y cuando van quedando atrás aquellos momentos de disputas incontrolables con líderes políticos, religiosos, y de todo tipo, cuando la edad y los dolores físicos y espirituales avanzan, hoy reaparece como un hombre fatigado que no encuentra paz ni siquiera en su relación con sus seres más queridos y una vez más busca refugio en el lugar y espacio donde siempre encontró luz, mas allá de las sombras que merodean su disfasia: el fútbol.
Hoy es Gimnasia en el bosque.Los que lo amamos como futbolista, esperamos y deseamos que el lobo le de cobijo en lugar de esmerilarlo más todavía.
Ya Gatica, Bonavena, Monzón y varios más nos llenaron de tristeza y de horror, tanta como la que producen siniestros personajes que pululan alrededor de los ídolos desenfrenados.