Por Norberto Nicotra
Diputado provincial Santa Fe
Unión PRO – CAMBIEMOS
Hace un tiempo escribí una nota de opinión en relación al fenómeno social de las selfies. Allí recalcaba el abuso de éstas en las campañas políticas e intenté una mirada sociológica como un acercamiento para la comprensión de estas conductas sociales. “Se podría considerar que las selfies son la expresión más acabada de la modernidad líquida (concepto acuñado por el pensador Zygmunt Bauman). La identidad, entonces, es preciso inventarla, crearla, moldear como máscaras de supervivencia en un mundo vertiginosamente cambiante”. Recuerdo que la nota sobre el final expresaba: “Se podría hablar de un síndrome selfie”.
El fenómeno sigue creciendo y no solo es masivo, si no que algunos autores hablan de la “era selfie” a partir de su permanencia en el tiempo y su extensión global. Incluso, desde otro ángulo, también se involucra el tema de la seguridad personal ya que, un grupo de investigadores contabiliza, desde el 2014, 127 accidentes mortales en el mundo relacionados a este tipo de fotografías. De ellos, 76 ocurrieron en India, 9 en Pakistán, 8 en Estados Unidos y 6 en Rusia. Algunas personas lograron imágenes espectaculares, pero a un precio muy alto…
Lo que hace dos años denominé «síndrome selfie» hoy es el síntoma de una enfermedad, o de-al menos- un trastorno de la personalidad que los especialistas han denominado selfitis. Sí, sorprendentemente, la Asociación Americana de Psiquiatría (APA )en su reunión anual celebrada en Chicago, confirmó lo que algunos empezamos a pensar hace ya un tiempo: tomar selfies compulsivamente es un trastorno metal.
Se definió selfitis como “el deseo obsesivo compulsivo para tomar fotos de uno mismo y publicarlos en los medios sociales como una forma de compensar la falta de autoestima y para llenar un vacío en la intimidad”. Y hay tres tipos:
Selfitis Borderline: tomase fotos de uno mismo por lo menos tres veces al día, pero sin llegar a compartirlas en redes sociales.
Selfitis Aguda: tomarse fotos de uno mismo por lo menos tres veces al día y publicarlas todas en redes sociales.
Selfitis Crónica: tomarse fotos de uno mismo “sin control”; cuando una persona se toma más de seis selfies al día y las comparte todas en sus redes sociales en repetidas ocasiones.
Hasta hoy, los miembros de APA advierten que no hay cura para este trastorno, pero sí se cuenta con un tratamiento temporal disponible a través de la terapia cognitivo-conductal.
Más allá del abordaje psiquiátrico mencionado arriba; de las interpretaciones psicológicas relacionadas con el narcicismo o de la baja autoestima; o de –incluso- las reflexiones filosóficas-morales que sugieren vacíos existenciales y demás hastíos contemporáneos, estamos ante una indiscutible manifestación del efecto que provocan las nuevas tecnologías en el comportamiento humano.
En la política nacional, la selfie no pasa desapercibida, por el contrario: es bastión del acercamiento entre políticos y ciudadanos, con el mero objetivo de propagandismo. Carente de ideas sustanciales, el autorretrato ha comenzado a compensar las falencias de lo que ocurre en la vida cotidiana, en la calle, perdiendo la noción del entorno. ¿Una selfie es igual a un voto?
Sin embargo, y del mismo modo que se define dicho aspecto negativo,vale destacar que las redes sociales son un aporte comunicacional fundamental en la labor de los funcionarios, si se les propicia un correcto uso.
Actualmente, y de una manera muy ágil y sencilla, la ciudadanía puede acceder, incluso como una herramienta de control de gestión, a toda actividad que llevan adelante secretarios, ministros y hasta el propio presidente de la Nación. A diario se toman capturas multimedias, los equipos de comunicación suben el contenido a redes sociales e instantáneamente cualquier persona puede tener acceso a ella en cualquier parte del mundo.
Este fenómeno masivo nos recuerda que ya estamos dentro de la Cuarta Revolución Industrial, la Revolución Tecnológica, que las ideologías han sido arrasadas y que el hombre está ingresando a los nuevos tiempos del Siglo XXI y que nos señala que en los próximos veinte años serán fundamentales.
De este contexto global y de los desafíos a resolver, Argentina no se podrá aislar. Nuestra sociedad, en camino de lograr una plena democratización republicana, requiere de una dirigencia que interprete, acompañe y señale caminos para recorrer los cambios venideros. Sin prejuicios y sin miedos a la cultura de la innovación, deberá reinsertar a nuestro país en un mundo que exige educación innovadora y la excelencia como factores imprescindibles de los recursos humanos. ¿Seremos capaces de resolver este desafío?