María Laura Echarren trabaja con seres vivos, pero no convencionales: ni plantas, ni animales ni siquiera humanos, sino bacterias. Es licenciada en Biotecnología y becaria del CONICET. Sus días transcurren entre microscopios y guardapolvos blancos pero, aunque sorprenda, no todo es ciencia dentro de su laboratorio. Como si fueran una fórmula, la joven de 30 años mezcló sus conocimientos con arte y astronomía, y obtuvo como resultado el cuarto lugar en un certamen internacional. Su obra de bioarte «Una odisea de salmonelosis» representa constelaciones con bacterias de salmonella, gelatina de agar y placas de Petri.
La científica santafesina radicada en Rosario siempre supo que su vocación era la biología. En diálogo con Rosario Nuestro, esboza algunas sonrisas mientras dimensiona cómo es trabajar con seres vivos que están por todas partes y que no se ven a simple vista. Para ello, «necesitamos la ayuda de un microscopio o bien a través de medios de cultivos», explica. Y agrega en lenguaje simple y específico a la vez: «Uno hace crecer la bacteria en agar en condiciones adecuadas durante la noche, y al otro día genera una colonia que se puede ver macroscópicamente en forma de punto».
Dicen que ser niño es mirar el mundo con una curiosidad y asombro, tal como un científico. Laura aporta un “es cierto” y sostiene que para ejercer su profesión hay que conservar la esencia propia de la infancia: hacerse preguntas todo el tiempo sobre cada cosa que se ve. “Siempre digo que tengo un adulto interior, porque para mí sigo siendo una niña. Por eso, quiero ser una científica también”, confiesa la investigadora.
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Seis círculos azules, puntitos fluorescentes y un fondo negro emulan constelaciones hechas de Salmonellas en la obra de Laura. Desde pequeña, sentía curiosidad por las estrellas, y hoy en día suele compartir “picnics nocturnos” con sus amigos para contemplarlas. Su gusto también trasciende a su celular, donde con una aplicación mira el cielo para saber cual es cada constelación.
“Una odisea de salmonelosis” plasma su interés por la biología, los astros y el arte. La también artista comenta que disfrutó la idea de mezclar el trabajo de un microbiólogo con el de un astrónomo. Para ella, ambos se relacionan porque necesitan de un instrumento (microscopio y telescopio) para observar en profundidad su objeto de estudio. Durante sus tardes en el laboratorio, Laura fotografiaba con frecuencia a sus bacterias. Poco a poco, sus imágenes se transformaron en colección y ellas decidió utilizarlas para diseñar tarjetas, pósters y presentaciones. Así llegó la propuesta del Concurso. ‘Vos que haces siempre cosas con bacterias no te gustaría participar’, le dijeron, y sin imaginarlo, la científica dio el sí.
Laura describe que se fue dando todo muy rápido pero, a la vez, poco a poco. Algunas cuantas semanas le llevó idear la temática, pero lograr la foto “casi» de un día para el otro. “Siempre que miré las bacterias creciendo en una placa me imaginé estrellas”, describe y detalla que para el certamen sembró cada una de forma tal que crezcan en forma de constelación. Entre salmonellas y luceros, su obra logró el cuarto puesto de 156 trabajos en el certamen mundial «Agart Art» de la Sociedad Americana de Microbiología. Creatividad, diseño, precisión científica y accesibilidad para un público en general fueron criterios que no faltaron en el lienzo de la biotecnóloga, que también se llevó todos los Me Gustas en la fanpage de la entidad y ahora luce en las paredes blancas de una galería norteamericana.