Escándalo en Distrito Siete: denuncian fraude laboral y persecución en el espacio apadrinado por Ciudad Futura
Por Mauro Yasprizza.
Por Mauro Yasprizza.
Una trabajadora echada tras siete años en el lugar denunció persecución, hostigamiento y trabajo en negro dentro de la cooperativa cultural ligada a Ciudad Futura. Señaló directamente a Mariano “dueño del Distrito Siete”, al presidente Cipriano y a su pareja, Candela. El caso expone la doble vara del progresismo kirchnerista-peronista, que se llena la boca hablando de derechos mientras sostiene prácticas precarias.
El testimonio de Romina Rivas cayó como un baldazo de agua helada sobre el corazón cultural del progresismo rosarino. “Hoy me echaron del Distrito Siete, un espacio del que me enamoré y decidí trabajar hace 7 años”, escribió en sus redes sociales, donde relató un derrotero de presiones, persecución y maltrato que terminó con su exclusión.
La trabajadora denunció que en D7 —espacio insignia de Ciudad Futura, con figuras como Juan Monteverde y Caren Tepp— se repite lo que públicamente dicen combatir: explotación laboral, violencia y prácticas patronales encubiertas bajo el paraguas de la “cooperativa”. Según su relato, el 90% de quienes trabajan allí lo hacen en negro, sin aguinaldo, con sueldos de $3.600 la hora y con exigencias imposibles de sostener.
Rivas apuntó directamente contra la conducción interna: Mariano, señalado como “dueño del Distrito Siete”; Cipriano, presidente de la cooperativa; y Candela, pareja de Mariano, a quienes acusa de perseguir y hostigar a quienes levantan la voz. “Distrito Siete es un fraude laboral, es una cooperativa con patrones”, disparó sin vueltas.
La denuncia no se queda en lo personal. Rivas describió escenas de violencia, maltrato hacia compañeras y situaciones insólitas: trabajadoras recién reincorporadas de una licencia por maternidad obligadas a cargar cajones de cerveza por las escaleras; respuestas de la Secretaría minimizando la falta de sindicalización (“si te enfermás, buscá tu reemplazo”) y la hipocresía de ondear banderas feministas para la foto mientras se sostienen prácticas que rozan la explotación.
El caso golpea de lleno a Ciudad Futura, espacio que suele proclamarse como ejemplo de organización política distinta, pero que en este episodio exhibe las mismas mañas que históricamente se critican al peronismo y al kirchnerismo: discursos de derechos humanos y justicia social hacia afuera, precarización y disciplinamiento hacia adentro.
“Lo peor, lo que más duele, es que están avalados por Ciudad Futura. Y yo lo cuento porque lo tengo tatuado en el brazo”, sentenció Rivas.
La fractura expone la doble vara de un progresismo que enarbola consignas emancipadoras mientras se sostiene en la lógica patronal de siempre. Una postal incómoda para el kirchnerismo santafesino, que se jacta de ser “la nueva política” pero repite, con otro envase, la vieja explotación laboral.
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