En su segunda mención de la semana a la crisis que atraviesa Venezuela, el papa Francisco renovó este domingo su rechazo a «todo tipo de violencia política» en el país caribeño. Además, al pronunciar el Ángelus en Cartagena de Indias denunció que aun hay «millones de esclavos en el mundo».
«Desde este lugar, quiero asegurar mi oración por cada uno de los países de Latinoamérica, y de manera especial por la vecina Venezuela», aseguró el Pontífice desde la ciudad colombiana, que se llenó de colores para recibirlo en la última etapa de su visita de cinco días.
Durante su recorrido por una ciudad doblemente amurallada por la muralla natural construida en el siglo XVI con la fundación de la ciudad y por el imponente operativo policial, el Pontífice se resbaló dentro del Papamóvil y se corto en el borde del ojo izquierdo, lo que le salpicó unas gotas de sangre en la esclavina de la sotana. «Estoy bien, me di una puñada», dijo enseguida Francisco.
«Está bien. Tiene una herida en el pómulo y las cejas. Tiene tratamiento de hielo ahora mismo», dijo a los periodistas que acompañan al Pontífice el vocero papal Greg Burke, antes de que se le aplicara una curita con la que Francisco recitó el Ángelus.
«Expreso mi cercanía a cada uno de los hijos e hijas de esa amada nación, como también a los que han encontrado en esta tierra colombiana un lugar de acogida», agregó el Pontífice, en un marco en el que en el último años el gobierno de Juan Manuel Santos calcula en decenas de miles los venezolanas que han cruzado la frontera entre ambos países, de más de 2.200 kilómetros comunes.
«Desde esta ciudad, sede de los derechos humanos, hago un llamamiento para que se rechace todo tipo de violencia en la vida política y se encuentre una solución a la grave crisis que se está viviendo y afecta a todos, especialmente a los más pobres y desfavorecidos de la sociedad», agregó Bergoglio.
En ese marco, tras recorrer un barrio periférico en el que bendijo la piedra inaugural de un complejo para personas sin techo, el Papa pidió la intercesión de la Virgen «por todas las necesidades del mundo y de cada uno de sus hijos».
El miércoles, durante el vuelo de 12 horas que lo llevó de Roma a Bogotá, el Papa ya había hecho un llamado a la oración para que Venezuela encuentre «diálogo y una buena estabilidad».
A inicios de agosto, en un comunicado de la secretaría de Estado del Vaticano que pedía la suspensión de la Asamblea Constituyente convocada por Nicolás Maduro, Francisco había asegurado que seguía la crisis venezolana «de cerca» además de «sus implicaciones humanitarias, sociales, políticas, económicas e incluso espirituales».
Sin lluvias y con gente de todo la costa colombiana en sus calles, la zona céntrica de Cartagena se puso en «modo Papa» desde las primeras horas del domingo. Uno de los miles de colombianos llegados de los alrededores era John Ramos, que llegó anoche desde Barranquilla con lamentos por no poder verlo en su ciudad pero la «alegría» de tenerlo cerca.
De frente a una de las entradas al centro histórico de la ciudad colonial, dentro de donde Francisco pronunció el Ángelus, Alexandra Barrancos y su familia se apostaron desde las 8 de la mañana para ver pasar al Pontífice.
«Esperamos mucho su visita y queremos que deje Colombia con el mejor recuerdo posible. Necesitábamos mucho que viniera», agregaron en coro, mostrando un pin con el lema de la visita «Demos el primer paso», que habían comprado a 1.000 pesos colombianos.
Antes del llamado por Venezuela, Francisco había denunciado que hay «millones de esclavos en el mundo» y convocó a trabajar » por los que sufren la violencia y la trata».
El Papa, de formación jesuita, tiene durante esta última etapa de su visita a Colombia el tradicional momento de encuentro con la Compañía de Jesús, con la figura de San Pedro Claver como eje.
De hecho, el Pontífice recitó el Ángelus delante de la Iglesia que homenajea al jesuita español convertido en símbolo de la lucha por los esclavos negros, y luego rezó en silencio. «Todavía hoy, en Colombia y en el mundo, millones de personas son vendidas como esclavos, o bien mendigan un poco de humanidad, un momento de ternura, se hacen a la mar o emprenden el camino porque lo han perdido todo, empezando por su dignidad y por sus propios derechos», criticó durante el rezo mariano, en el centro histórico de la ciudad caribeña.