Ya esta. Ya pasó. Ni el argentino más pesimista imaginaba que la Selección de Messi iba a estar tan cerca de quedarse sin Mundial. Era una escena prácticamente imposible, lejana, ya que existen millones de argumentos para pensar lo contrario. Sin embargo, esa situación llegó y fue superada por la jerarquía del mejor del mundo, con la complicidad innegable de las falencias ajenas.
Con la presencia asegurada en Rusia y con la paz que ésta conlleva, es momento de analizar qué sucedió para quedar tan cerca de la eliminación y empezar a definir los pasos a seguir para que la travesía mundialista no sea tan traumática.
No sirve de nada salir indemne de una situación crítica si no se aprende la lección. ¿Por qué la Argentina tuvo que sufrir tanto para ir al Mundial? Son numerosas las respuestas y no hay ninguna absoluta, sino que todas las que pueden esgrimirse se complementan. AFA, DT’s varios, jugadores, prensa, todos en mayor o menor medida colaboraron para que la Selección tenga que gritar los goles de terceros y recién desahogarse con el hatrick de Messi.
El caos institucional, la nula conducción al borde de la acefalía, el paso de la Comisión Normalizadora al reinado del Chiqui Tapia con el 38-38 previo, entre otros, son hechos conocidos por todos. También se escribieron innumerables páginas de la salida de Martino, el abrupto final del ciclo Bauza y la poco clara llegada de Sampaoli. No se pretende realizar un reconto de los hechos mediáticos o de las desacertadas decisiones dirigenciales, sino analizar el contexto deportivo para empezar a construir los cimientos necesarios de cara al futuro.
No somos los mejores del mundo
Por todo lo que pasó, esta frase, por más dura que sea, suena a realidad. El análisis y la idea madre datan de hace varios meses y pertenecen a Sergio Markarian, ex entrenador de las selecciones de Perú y Paraguay, entre tantos equipos.
Desde una postura crítica, explicaba que sólo Messi y tal vez Di María se encontraban entre los mejores jugadores del planeta en sus respectivos puestos. El resto, si bien goza de jerarquía internacional y milita en clubes poderosos, se ubica en un segundo o tercer pelotón.
Al repasar uno por uno los nombres en los que confío Sampaoli en las últimas 4 fechas, lo dicho por Markarian tiene mucho de verdad. Esa idea de que los jugadores argentinos son los mejores y que acompañó durante décadas a la Selección Nacional, ahora parece ser cada vez más lejana. Reconocer este déficit es fundamental para trabajar a conciencia con los recursos existentes y proyectar desde otro escenario.
Hay que encontrar a Robin
A partir de una gran nota del colega Pablo Cheb en la revista «Un caño» («La diferencia entre un gran policía y Batman»), una vieja frase de Sampaoli se ajusta perfecto al presente argentino. Cuando aún era técnico del Sevilla, en enero pasado, el casildense entregó una definición perfecta: “Comparar a Messi con el resto es como comparar a un gran policía con Batman”.
En la citada nota se profundiza en esta analogía (real y verídica desde numerosos puntos de vista) y se recuerda una vieja tapa de la misma publicación donde Messi está vestido de Batman, Alejandro Sabella es Alfred y hay tres «Robins»: Di María, Agüero e Higuaín.
Esta última curiosidad, que data del 2012, es la tarea que todavía no se completó. Messi hace largos años que es Batman, con la Selección y el Barcelona. La diferencia es que en la Argentina muchas veces combate a los rivales en soledad. Pasaron casi 6 años y todavía no se pudo crear al socio que todo superhéroe necesita. Además de los citados, también se probaron el traje Dybala, Icardi, Banega, Gago, entre otros y ninguno pudo adueñárselo.
De la confusión a las definiciones
Es innegable que cambiar tres veces de técnico en un mismo torneo de 18 fechas es, como mínimo, problemático y contraproducente para el grupo de jugadores. Rotaron los nombres y los estilos, pero nunca se encontró un equipo. Esa inestabilidad se trasladó al campo de juego y a la tabla de posiciones, provocando que Argentina sufra para clasificar.
Con los ciclos de Martino y Bauza extinguidos (los que dejaron sensaciones diferentes), la era Sampaoli no arrancó de la mejor manera. Si bien se concretó el objetivo, los empates de local frente a Venezuela y Perú entregaron un dramatismo inesperado.
Todo proceso necesita tiempo, mucho más cuando se pretende instalar un nuevo método de trabajo. El funcionamiento colectivo no es algo mágico, que aparece de la noche a la mañana. Sino que, por el contrario, requiere de varias «dosis» de adoctrinamiento por parte del cuerpo técnico.
A partir de lo explicado, se puede justificar la pobre imagen futbolística que dejó el equipo de Sampaoli. Sin embargo, quedó la impresión de que se cometieron errores desde la conducción en la toma de decisiones y, fundamentalmente, en la lectura de los momentos para ejecutarlas.
Variar nombres y sistemas tácticos de forma constante en todas las prácticas – que de por sí son pocas – no fue lo ideal. Se notó con claridad cierto desconocimiento de los jugadores para asimilar la idea y acomodarse a las reiteradas modificaciones. La gran cantidad de conceptos o lineamientos que bajaron desde el cuerpo técnico no fueron bien recibidos, no era el momento ni los jugadores estaban en condiciones para hacerlo. Sin confianza, goles ni puntos y con una gran presión, el equipo no respondió.
No se critica la intención de encontrar una forma de juego ni la búsqueda de variantes, sino la forma de hacerlo. Todo parece indicar que Sampaoli tiene una idea definida y ya demostró en otros equipos que puede caer en alternativas de ser necesario. Ahora tendrá que trabajar y pulir ese primer plan, mientras convive con el puesto más cotizado y exigente del mundo deportivo.
Nadie imaginaba llegar a esta situación crítica, pero se arribó. Por Messi, por la inestabilidad o mediocridad de los rivales y, en menor medida, por los escasos socios que aparecieron para el 10 sobre el final del camino, Argentina va a Rusia. El ideal invita a pensar que este contexto problemático y la superación del mismo puede servir para unir y potenciar a los verdaderos protagonistas de esta historia. La autocrítica es el primer paso hacia Rusia. Es una tarea ineludible en pos de generar el funcionamiento preciso y armónico que se pretende. Igualmente, como sucede bastante seguido en Argentina y mucho más si está Messi en cancha, siempre hay lugar para la ilusión.