Jorge Rosario Boasso se reclina sobre una silla. Está relajado. No lo dice, pero se nota. Tiene puesta una camisa celeste clara, de mangas largas a pesar del calor. El concejal – o ex, según cuando se lea esta nota -, habla de todo y con el tono de voz que se lo conoce. Putea bastante, levanta los brazos a diestra y siniestra, menciona lo que se hizo y lo que él hizo, habla con respeto sobre muchos contrincantes y sobre otros tantos putea un poco más, con respeto, pero putea al fin . Boasso también habla con el tono de voz con el que se lo conoce poco: bromea y muestra, con orgullo y ternura – sí, ternura – , una foto de su hija y su nieta que tiene en el celular.
El concejal de los 24 años consecutivos en la banca y más de cuatro mil proyectos presentados se vuelve una caja de pandora cuando está relajado. Dice que le espera, desde el jueves, un año semi-sabático: seguirá mirando al Concejo y presentando proyectos, pero desde afuera. Seguirá también desempeñándose en la actividad privada y dando clases. Pero además, va a aprovechar para volver a leer literatura y mirar series. También para con tareas pendientes.
– Yo siempre quise aprender a tocar instrumentos musicales -, comenta el radical. – Lo último que estuve aprendiendo fue trompeta. Pero no tuve tiempo para ensayar después de las clases. Ahora voy a retomar.
*
Es martes. Boasso todavía es concejal de Rosario. Le quedan dos días en la banca y una sesión. Jorge Rosario sabe dos cosas: que dio su vida por el Concejo y que al Concejo no vuelve. Sí sabe que será candidato otra vez. Pero no arriesga más.
No es el único edil que, después de varios años, deja su banca. También se van Daniela León y Diego Giuliano, por ejemplo. Con él, sin embargo, es distinto. Por su carácter, por los proyectos que presentó, por los distintos frentes del que fue parte. Boasso es radical y fue el radical del Frente Progresista Cívico y Social, el radical de Cambiemos, el radical de Cambiemos blue. Y a pesar de todo eso, le alcanza con ser Boasso.
Su salida del Concejo es un murmullo permanente: ¿Y ahora? ¿Qué va a hacer? ¿Cómo será el Concejo sin él?
El concejal parece ser el único que no duda.
– Me voy a meter en todos los temas. Voy a seguir metiendo proyectos por mesa de entrada. Me voy a meter en todo.
*
“No quiero ser soberbio”.
Jorge Boasso lo repite una y otra vez, frente a los micrófonos de Radio Mitre Rosario y el grabador de Rosario Nuestro: “No quiero ser soberbio”.
– Pero sin embargo sos parte de la historia política de la ciudad. ¿Sos consciente de eso?
– Soy consciente. No creas que eso es una característica enmarcada en la soberbia de un ser humano. Soy consciente de haber sido concejal que hoy tiene el récord de tener 24 años seguidos como concejal, de siempre haber ingresado con mis votos, es decir, encabezando listas o ganando internas, y siempre consecutivas. Todos los años, además, produje mejor que el anterior. Llegue a 4058 proyectos. Es muy difícil que se aborde una problemática en Rosario en los próximos años sobre la cual yo no haya trabajado previamente.
El concejal propone un ejercicio. Se imagina con sus hijos y sus dos nietitos en la calle y les propone tomar un taxi, un colectivo o caminar.
– Si subimos a un taxi, por ejemplo, yo le puedo decir que la relación de dependencia del peón de taxi nació de una ordenanza de su padre, que costó mucho aprobar. Y cuando se aprobó, me escupieron el traje. La ticketera, también es ordenanza mía. Si tomamos el colectivo le puedo mostrar que la tarjeta sin contacto es de mi autoría.
Enumera ordenanzas.
– La que crea el perro comunitario, también es mía. Por eso me quieren tanto las proteccionistas.
– Parece que hablás de Rosario con cierta complicidad. ¿Sentís eso?
– Siento el orgullo de que cuando ahora camine con mayor tranquilidad, estando fuera del Concejo, y mire para arriba, para abajo, y todos los costados, encontraré alguna ordenanza mía que dio forma a ese hecho.
– Dijiste que diste la vida por el Concejo, ¿Te lo habías imaginado?
– No, la verdad que no.
Boasso recuerda que ingresó al Palacio Vasallo, por primera vez, con la Ley de Lemas.
– Empecé con mi sublemita. Después tuve que amoldarme a los sistemas electorales. Las internas en las PASO, la boleta única. Pero, insisto, ingresé siempre con mis votos. Tuve objetivos de ser intendente, vice gobernador, diputado. Hubo un momento en que me motivaba dar saltos, competencias. Que no se dieron por muy poco o por fraude, una cosa o la otra. Y terminé quedando siempre en el Concejo.
– Después de querer dar esos saltos, ¿cambió tu mirada sobre el Concejo? ¿Te parece algo menor?
– No. Para mí, es el centro democrático más importante de la sociedad. Todos los concejos. Yo reivindico como célula básica de la democracia y la sociedad a los concejos municipales. Mirá, a diferencia de otros funcionarios, a los concejales nos conocen en la calle, o a la mayoría. A algunos no porque no hacen un carajo.
– Por eso volvés en dos años, ¿no?
– No. Yo no vuelvo más al Concejo. Se cumplió una etapa muy rica, muy larga. Pero ya está.
*
– ¿Qué hacías además de ser concejal, mientras eras concejal?
– Siempre me dediqué a la doble actividad. Tengo mi estudio jurídico, soy agente judicial. Esa doble actividad me dio independencia. No soy dependiente de la política y eso a muchos les molestaba y molesta. Saben que es más fácil que el que depende del sueldo político acceda a la transa. No estoy hablando de actos de corrupción, las hubiese denunciado. Por eso mi hashtag es cambiemosdeverdad. Cambiemos, pero de verdad.
Boasso también es profesor de la materia electiva “Derecho de la seguridad social” de la carrera de Derecho de la UNR.
– ¿Y cómo te llevas con tus alumnos?
– Siempre me llevé bien. Me han respetado porque, como soy un pasional, a todo le meto mucha fuerza y pasión. Y por eso no se anotan en la materia. Como es optativa van y eligen la más fácil. Después, cuando se reciben, ven las falencias y de jubilación no saben nada. Para mí, mi materia es una de las más importantes para redistribuir la riqueza en Argentina y el mundo. De hecho, son los temas que se están discutiendo.
Reclinado sobre una silla, Boasso habla, sobre todo y ante todo, del tiempo. Tampoco lo menciona, salvo para aclarar que a lo largo de esos 24 años de doble actividad le alcanzó poco y nada para lo otro, lo que también le gusta. El momento que encontró en los últimos años fue el fin de semana. Más que nada, lo aprovechaba para mirar películas y series. A veces no parece, pero Boasso es como muchos. Él también se instala frente al televisor a devorar series en Netflix.
– Empecé a ver series que me gustaron mucho pero después se desgastaron. Son series que ante el éxito, los libretistas empezaron a estirar más allá del libreto original. House of Cards tendría que haber terminado en la tercer temporada, Vikingos lo mismo. Ahora hay una onda que me gusta más, que de un libro hacen una serie. Es una temporada, es simple. Como The Sinner. Ahí si me engancho. Este fin de semana terminé Alias Grace.
También habla de la literatura. Ahora es momento de recuperar tiempo, dice, para poder sentarse a disfrutar lo que le agrada leer. Boasso se define como una persona “no ficcional”. Le gusta todo lo que tiene que ver con la realidad, como “El día que Nietzsche lloró” o “Un año con Schopenhauer”, los dos de Irvin D. Yalom. Ahora, cuenta, está leyendo “Patria”, de Fernando Aramburu. Dice que es un libro largo, y que ya va por la mitad.
*
– ¿Te queda algo pendiente en el Concejo?
– Muchos proyectos. Tengo un 70 por ciento de nivel aprobación. Pero muchos no llegaron. La relocalización de villas miserias, por ejemplo. Es de 1996. Lo presenté y representé, pero parece que no es importante.
– Pienso también en la famosa ordenanza de la noche.
– Trabajamos dos años como locos. Llegamos a un acuerdo y un consenso del 90 por ciento y no sale porque los de Ciudad Futura quieren una secretaria cultural paralela. Nuestro proyecto preveía el bar cultural, pero no como quieren ellos. Ese es su negocio, entre los tantos que tienen, está el bar cultural. Querían que la ciudad les financie su bar cultural y se conviertan en secretarias culturales paralelas. Nómade fue otro parecido, que le quiso copiar.
– ¿Y cuál es el debate más pasional que recuerdes?
– En el último tiempo, pocos. Los debates fuertes y profundos eran en otra época, se perdió como un valor. Se perdió tanto, que los periodistas no van al recinto. Se vació de contenido porque en los grupos políticos de Rosario hay una ideología corporativista, y así vacían de contenido los cuerpos legislativos. Así, por una muy praxis que va a continuar, los grandes debates se trasladaron a la comisión de Labor Parlamentaria: a cuatro paredes y presidentes de bloque. Son reuniones que duran 2 o 3 horas, cuando deberían sólo organizar la sesión. Llegaste al recinto y estás quemado, no hay discusiones.
– Y entonces, ¿por qué o cómo seguir sintiendo pasión o interés por la política cuando permanentemente te topas con estas cosas que no te gustan?
– Porque yo soy un tipo que tiene sangre que bulle todos los días y me indigno. Yo me sigo indignando como Rosa o Juan, y eso me moviliza. No puedo ir a putear al bar porque no voy a vivir protestando. Quiero que Dios me dé salud, lo máximo posible y que permita luchar por lo que haya que cambiar en esta sociedad. Soy más un guerrero, un gladiador. Un tipo que busca luchar para el cambio de la realidad social.
*
Boasso se jacta de ser uno de los primeros políticos en Rosario que usa redes sociales, amigo de Internet. La primera que menciona es su web, boasso24.com. Se sabe que, además, es activo en el resto. Se lo puede seguir por Twitter y por Facebook, también por Instagram. Se lo puede ver respondiendo todos los mensajes, interviniendo en discusiones o generándolas, saludando amigos.
– Las redes dan masividad y te permiten dialogar con cientos y miles de personas, con el que te sigue y no, con el que te putea. Yo acepto la critica, no la puteada. Otra herramienta espectacular es el bloqueo.
El concejal se reclina sobre la silla. Ya lleva más de media hora sentado con Rosario Nuestro. No parece apurado, tiene tiempo. Antes, dice, no habría podido dedicarle tanto a una entrevista, menos cuando Presupuesto y Glifosato copan la semana legislativa. Pero Boasso se va y se mantiene al margen, incluso sostiene que lo ideal hubiera sido que la nueva conformación vote estas ordenanzas. Pero nunca es todo ideal. Entonces se sienta, se relaja, señala su celular y dice que cuando salga se pone a contestar los mensajes.
– A veces es la una de la mañana y me encuentro contestando mensajes, y digo loco, no puedo dormir.
– ¿Te gustar usar redes o lo sentís como un deber?
– Las dos cosas. Justo me tocas una especie de herida. Porque no puedo concebir que concejales, diputados, funcionarios, desactivan el doble tilde azul para que no sepas si te leyó o no. Me parece que es una falta de respeto que alguien me escriba, me pregunte algo, y yo no le conteste. A un político le pagan, entre otras cosas, para contestarle a la gente. Aborrezco a todos los que se esconden en el anonimato o en los artilugios de la tecnología para que no sepan que lo leíste. Yo te doy un ejemplo, que destaco: Mauricio Macri no tiene desactivado el doble tilde azul. Yo se cuando me lee y cuando no. Si el Presidente de la Nación da ese ejemplo, ¿quién se creen que son los sátrapas de abajo?
Boasso relajado, con tiempo, con el celular en silencio, no deja de ser Boasso. El que putea y mueve los brazos para allá, para acá, quiere golpear un poco la mesa y no lo hace. Tampoco deja de ser el otro.
– Mirá -, dice el concejal de los cuatro mil proyectos, y señala una foto que tiene a mano y a través de la pantalla presenta su hija y a su nieta, a las que invita a pasear con la complicidad y orgullo que tiene de ser parte de la historia política de la ciudad que camina.