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Por Mauro Yasprizza.
Con garra, orden y el sello pragmático de Bernardi, la Lepra se impuso en un duelo de carácter y necesidad. Herrera fue el faro, Charly González luchó cada pelota como si fuera la última y el equipo entendió que, para volver a creer, primero había que volver a ganar.
Una victoria que huele a alivio
No fue una obra de arte. No hubo lirismo ni lujos. Fue una tarde de mameluco, sudor y convicción. Newell’s ganó en el Tomás Adolfo Ducó porque entendió que la urgencia no pedía belleza, sino eficacia. Y en ese punto, el equipo de Lucas Bernardi dio un paso adelante: fue pragmático, sólido y, sobre todo, inteligente.
Desde el primer pelotazo largo al nueve, quedó claro que el libreto sería otro. Nada de pases innecesarios ni riesgos al borde del área propia. La vieja escuela del fútbol obrero: despejar, ganar la segunda pelota y pelear cada metro. La fórmula del profesor Castelli, la que alguna vez marcó la identidad del fútbol argentino, volvió a asomar en Parque Independencia.
El alma del equipo
Herrera fue el más claro, el que puso pausa y criterio cuando el vértigo se imponía. Pero si hay que hablar de alma, hay que mencionar a Charly González: corrió, presionó, bajó todo lo que caía del cielo y fue el primer defensor del equipo. Su entrega encendió al resto y contagió a un plantel que necesitaba volver a sentir orgullo.
Bernardi, desde el banco, manejó con serenidad un partido que en otros momentos se habría escapado. No se apartó del guion ni se dejó llevar por la ansiedad.
Más que tres puntos
Newell’s ganó un partido, sí. Pero también ganó algo más profundo: la confianza. En medio de una campaña irregular, el triunfo en el Ducó vale más que el resultado. Fue un mensaje al plantel y a la gente: que aún se puede, que el fuego sigue ahí, aunque haya que avivarlo con pelotazos, transpiración y orgullo.
No fue una batalla más. Fue la batalla del Ducó, donde Newell’s entendió que el fútbol también se juega con el corazón. Y esta vez, ese corazón latió fuerte, como en los días grandes de su historia.
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