No es la primera vez que se ven dos Central en uno sólo. Ya en 2016 con Eduardo Coudet como entrenador, una versión muy distinta fue la del Canalla en Copa Libertadores o en la Copa Argentina a la que se fue destiñendo cada vez más en el Torneo de Transición que ganó Lanús o la primera parte del certamen anterior en el que Boca se quedó con el título.
Con esos antecedentes, las alarmas de peligro se vuelven a encender cuando el equipo de Paolo Montero ya disputó cinco partidos en la Superliga cosechando apenas tres puntos, todos por igualdades, y dos derrotas en las que recibió siete goles.
El ciclo del DT uruguayo fue reforzado con el gran triunfo ante Boca en Mendoza por Copa Argentina, pero cuatro días después, Central se pareció bastante más al que cayó por goleada ante Banfield en el Gigante, pese a las fatalidades de la expulsión de Parot y los dos goles de San Martín de San Juan, todo ello en tres minutos.
Lo que se observa como principal y más grave problema a resolver por Montero y compañía es la enorme falta de generación de juego que mostró su equipo en prácticamente todos los encuentros oficiales jugados en este inicio de temporada, salvo en pasajes del primer tiempo ante Temperley.
Claro que frente al Xeneize precisaba más de otros atributos, reconocerse como inferior fue un gran mérito para trabajar el partido en base a destruir los aceitados circuitos futbolísticos de los de Guillermo Barros Schelotto y sin necesitar demasiado funcionamiento en ofensiva, le bastó con una buena jugada de pelota detenida para avanzar de ronda.
Distinta es la situación contra la gran mayoría de los rivales que se cruzan en el fixture de cada fin de semana. Allí Central suele tener la mayor responsabilidad y peso de los partidos, pero no ha sabido cómo lidiar con ello porque no encuentra las formas para que su fútbol fluya como en el semestre pasado.
¿Cuáles son los factores? Varios. Uno de ellos, las ausencias. Teo Gutiérrez, de muy buen nivel en la primera mitad del año, ya no está en el club y el goleador de la era Montero, Washington Camacho, está lesionado.
Los que sí están presentes en el once inicial como Leonardo Gil o Gustavo Colman, tienen un doble problema: sus propias y extrañas imprecisiones, poco comunes en ellos, sumado a que en varios encuentros jugaron en posiciones en las que no sacan el mayor provecho a sus cualidades.
A su vez, con errores lógicos de un entrenador en el amanecer de su carrera, Montero plantó el mismo mediocampo combativo que le rindió ante Boca, frente a un rival de menor jerarquía como San Martín, cotejo en el cual se requería sumar a algún ofensivo más, lo que hubiese significado una nueva apuesta por Federico Carrizo, notoriamente en baja con respecto a su nivel.
Lo cierto es que el ex técnico de Colón, tendrá dos semanas antes del encuentro ante Argentinos, en las que primero en su cabeza y luego en los trabajos en campo, deberá encontrarle a su equipo una vuelta de tuerca más, ya sea desde el esquema y/o desde los nombres que elegirá.
Por Arroyito, no quieren volver a tener una primera mitad de torneo como la de 2016, debiendo Montero en este 2017 arrancar de muy atrás para intentar llegar a una competencia internacional. Con los antecedentes previos muy presentes, las alarmas están encendidas para que finalmente la Copa Argentina no vuelva a ser el árbol que tape el bosque.