La respuesta a la pregunta ¿qué querés ser cuando seas grande? no resultó nada conflictiva para Gustavo. Él supo que quería ser mago desde las épocas del secundario cuando visitaba la tienda de su tío en una galería rosarina. Como para cualquier mortal, la adolescencia fue una etapa exploratoria donde la indagación en la galaxia de los trucos fue in crescendo.
Gustav, como prefiere que lo llamen, es ventrilocuo y trabaja en el mundo de la animación desde hace 35 años. «Hay buenos momentos y otros no tanto. Pero se puede vivir de esto», dice en relación al cuadro económico que acecha su cotidianidad.
El lapso temporal del trayecto recorrido es tan amplio como las actividades que desarrolló en ese universo que, a simple vista parece acotado: payaso; animador de circo; actor en sketchs de televisión con «Pepe Payaso y Ratontito» y conductor en eventos empresariales son sólo algunas. Quizás las más llamativas, por sus tintes cinematográficos, sean las tareas durante sus estadías en varios cruceros, donde ofició de mago y acompañante del humorista Chiqui Abecasis. Más adelante, a bordo, escaló posiciones.
Es que fue en altamar donde llegaron los tiempos de dirigir y coordinar las actividades artísticas del staff de una compañía de barcos. Los shows mar adentro, que ya llevan 15 años, continúan aún hoy. En esos espectáculos combina sus habilidades ventrílocuas con las de «maestro de ceremonia».
«Siempre me gustó. Siempre me resultó fascinante», enfatiza y enseguida establece la diferencia entre la «magia para adultos que requiere de cartas y otros elementos» y la magia para niños en la que «hay que apuntar todo a que el chico entienda. No podés usar naipes de póker porque no los va a reconocer», menciona con total firmeza acerca del público infantil.
En cuanto a la ventriloquia pone el foco sobre sus habilidades innatas: «Tuve la suerte que me regalaron un muñeco, Wilfredo, hace mucho tiempo. Nunca estudié nada, fue todo muy autodidacta. Sí, fui encontrando algunos libros que me ayudaron a perfeccionar la técnica», confiesa.
Pero eso no es todo. Los eslabones de la cadena que formaron sus carrera unen habilidades naturales con ingenio para generar proyectos. Así, ya con la mochila de la experiencia, en 2013, Gustav se juntó con algunos colegas para fundar la Asociación de Magos de Rosarinos que llamó «Asomar». Es junto a esos compañeros que organizó el Primer Congreso Rosarino, que será este fin de semana, frente al que se muestra ansioso y atareado.
«Es a puerta cerradas, para profesionales. Pero también va a haber noches de gala y shows para chicos. Vienen amigos de Francia, Brasil y España», indica con entusiasmo sobre el encuentro que tendrá lugar de jueves a domingo en Plataforma Lavardén.
Con todo, la pasión, la versatilidad y el rebusque para subsistir confluyen en un mismo punto para conformar la historia de Gustav, un hombre que supo hacer de la magia su forma de vida.