La Intersindical Rosario salió a defender a Caren Tepp, pero su comunicado huele más a refugio político que a solidaridad sindical
Opinión. Por Mauro Yasprizza.
Por Mauro Yasprizza.
El respaldo de la Intersindical a la diputada electa de Fuerza Patria expone una reacción corporativa más que un gesto de institucionalidad. En lugar de pedir transparencia o dejar actuar a la Justicia, el comunicado busca blindar a una dirigente cuestionada y convertir una denuncia judicial en un nuevo capítulo de confrontación ideológica.
El texto difundido por la Intersindical Rosario pretende ser una defensa gremial, pero termina siendo una pieza de militancia política. Más que una declaración de principios, es un salvoconducto discursivo: transformar una denuncia por presunta administración fraudulenta en una supuesta persecución de la derecha. Una estrategia conocida, repetida y, sobre todo, previsible.
La apelación a la “vieja política” se vuelve irónica viniendo de un espacio que hace décadas sostiene el mismo esquema de lealtades, sellos y consignas. Hablan de federalismo, pero responden a estructuras partidarias; se dicen defensores del trabajo, pero su comunicado no menciona una sola preocupación concreta por los trabajadores. Todo gira alrededor del poder y de la oportunidad de posicionarse frente al gobierno nacional.
El texto, plagado de lugares comunes —“entrega de la soberanía”, “persecución de los que piensan distinto”—, no defiende la inocencia de Tepp con argumentos ni datos: la defiende con ideología. Es decir, con la bandera del nosotros contra ellos, una retórica que ya no conmueve ni convence. Si hay una causa judicial, debería investigarse; si hay inocencia, debería probarse. Lo demás es relato.
Resulta llamativo que la misma dirigencia que exige institucionalidad cada vez que un conflicto toca a su campo, descalifique de antemano cualquier investigación judicial cuando afecta a los suyos. Esa doble vara erosiona la confianza pública tanto como el ajuste o la recesión.
En definitiva, el comunicado de la Intersindical Rosario no defiende a una trabajadora ni a un principio: defiende un espacio de poder que teme perder relevancia. La victimización permanente y la apelación al enemigo externo ya no alcanzan para tapar los problemas internos. Y en una provincia que exige gestión y resultados, los slogans ya no sirven: o se gobierna con hechos, o se escribe comunicados para la tribuna.

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