La irresponsabilidad como bandera: Rosemblat y Brancatelli, jugando con el voto como si fuera un meme
Opinión. Por Mauro Yasprizza.
Por Mauro Yasprizza.
A una semana de las elecciones, dos comunicadores decidieron “jugar” con la democracia desde un micrófono, sugiriendo anular el voto libertario. Lo que para ellos fue una ironía, para la historia argentina es un eco de la ignorancia: el país pagó con sangre el derecho que hoy algunos tratan como un chiste de sobremesa.
Hay que decirlo sin rodeos: lo que hicieron Pedro Rosemblat y Diego Brancatelli no fue una broma ni un lapsus. Fue un acto de irresponsabilidad política y comunicacional en su estado más puro. Dos tipos con micrófono, tribuna y llegada masiva decidieron, entre risas y guiños cómplices, sugerir la anulación de un voto a días de una elección. Un gesto que, aunque quieran maquillar de ironía, tiene la forma exacta de la manipulación.
Y no se trata de defender a un candidato, sino de cuidar la esencia misma de un derecho que le costó al país golpes, fusilamientos y proscripciones. “Confundíteme”, decían entre carcajadas. Qué ironía: hay generaciones enteras que murieron precisamente para que nadie vuelva a confundir al pueblo con propaganda disfrazada de chiste.
En tiempos donde la política se volvió espectáculo y el periodismo, un reality con micrófonos en loop, hay una línea que no se cruza: la del voto. Porque el voto, más allá de ideologías, es lo único que nos iguala. Lo único que no se manosea, no se induce, no se usa de juguete para contentar a una audiencia.
Lo más preocupante no es la torpeza del acto, sino la naturalidad con la que lo hicieron. La misma liviandad con la que se opina de todo sin hacerse cargo de nada. El voto no es un sticker de redes ni una consigna simpática para sumar likes. Es el hilo más fino que sostiene lo poco que queda de nuestra democracia cansada.
Rosemblat y Brancatelli no hicieron humor: hicieron daño. Y lo hicieron en horario central, con sonrisa de suficiencia y ese aire de impunidad que da creerse “la voz del pueblo”. Pero el pueblo no necesita voceros que se rían del voto: necesita voces que lo respeten.
Porque si después de siete golpes de Estado todavía hay que explicar que votar no es un juego, el problema ya no es quién gobierna: el problema somos los que aplauden el chiste.
Para comentar, debés estar registradoPor favor, iniciá sesión