Otra vez sopa. Parecía que la historia ya había superado esta idea nefasta de pedirle un crédito al Fondo Monetario Internacional. Son un grupo de burócratas que no acertaron nunca con las soluciones económicas y que, encima, les importa un carajo lo que pase con la democracia y los sectores más vulnerables.
El Fondo es mala palabra. Lamentablemente el gobierno de Mauricio Macri acaba de tomar la peor de las decisiones. Más allá de sus buenas intenciones y de su expresión de deseo que esto sirva para fortalecer el desarrollo y el crecimiento y proteger a los más desprotegidos.
Nunca nos fue bien con el Fondo. Nunca fue un bálsamo para nuestros problemas. Todo lo contrario, siempre sus recetas ortodoxas e insensibles fueron un remedio peor que la enfermedad. No creo en lo que dijo el ministro Nicolás Dujovne de que este Fondo es más buenito y que no va a exigir ajustes más drásticos y despidos masivos y que apoya el programa gradual de Cambiemos.
Toda esta crisis logró que las mayores debilidades del gobierno de Macri afloraran a la superficie en forma descarnada. Una de ellas es que tiene muchos ministros de Economía y no tiene ninguno. No hay alguien de la espesura política y de la envergadura técnica que sea capaz de monitorear todos los botones de un tablero complejo donde hay que ir gambeteando con motricidad fina todas las bombas que dejaron Cristina y sus muchachos. Atomizadas las decisiones, muchas veces fueron contradictorias y chocaron entre sí.
Es cierto que somos muy vulnerables a la situación externa. Nuestra deuda es descomunal. Los vientos de los aumentos de las tasas en Estados Unidos o el crecimiento del precio del petróleo generan resfríos en los países de la región. A nosotros nos producen una pulmonía doble.
Yo no dudo que Macri nos esté diciendo la verdad. Pero creo que está profundamente equivocado y que el mejor equipo de los últimos 50 años debe poner a los titulares, como dijo con ironía y certeza Alejandro Borensztein.
Es cierto que muchos sectores de la oposición se han comportado con demagogia y con mezquindad electoral. Es cierto que Cristina y su banda no tienen otro objetivo que convertir a Macri en De La Rúa y sueñan con que huya en helicóptero de la Casa Rosada. Solamente un 2001 puede hacer volver a Cristina al poder y salvarla de la cárcel. Mientras el país tenga racionalidad y los números de la pobreza y la desocupación sigan bajando como hasta ahora, aunque sea lentamente, las ex presidenta solo tiene destino de presidiaria.
Volver al FMI es un manotazo de ahogado que difícilmente pueda ayudarnos. Ojalá me equivoque. Pero fue una decisión tomada entre gallos y medianoche con una alta carga de desesperación y si se me permite, de amateurismo. Le subieron el precio.
El Fondo no nos va a regalar el dinero. Tal vez las tasas sean más baratas como dice Dujovne, aunque tengo mis dudas. Caputo dijo que nos estábamos endeudando al 4% y que ya tenía el 85% del financiamiento para este año en el bolso. ¿Qué pasó entonces? ¿Quién miente?
Además, no es tan grave lo que viene de afuera. No hay que poner las culpas en los vaivenes económicos externos. La herencia maldita de Cristina es brutal. Pero precisamente por eso, se necesitaban acuerdos políticos y sociales que no se hicieron. Por eso había que aumentar la base de sustentación política pero el gobierno siempre rechazó esta idea con una cuota de soberbia.
Un economista muy importante me dijo que esto era un “papelón de los inútiles que están en economía con el presidente”. Y le aseguro que el que lo dijo es más macrista que Macri. Dice que su impericia le comió una parte de la imagen positiva al presidente.
Si algo faltaba para unir a toda la oposición en contra era esta decisión. Volver al Fondo es darle pasto a las fieras de Cristina. Y se corre el riesgo de abandonar las políticas desarrollistas y sensatas que estaban mejorando la situación del país.
Dujovne repitió como un autómata lo que parecía una fórmula: Esto es para cuidar a la sociedad y a los que menos tienen. Lo dice con una frialdad técnica que asusta.
Por ahora no hay datos concretos. No se sabe el monto que se le va a pedir al FMI ni que tasa de interés vamos a pagar ni que condicionamientos van a poner. Solo se sabe que la directora habló con Dujovne y con Macri y que comenzaron las negociaciones. Algunos hablan de pedir 20 mil millones de dólares pero es todo especulación por ahora.
Estamos ante una tormenta creada por el grupo de economistas de Macri
El gobierno está pasando por su peor momento. Con el terremoto cambiario, en poco tiempo, perdió 6 mil millones de dólares, más del 10 % de las reservas. Con la sequía, perdió otros 6 mil millones de dólares de las cosechas. Pero lo más importante es que perdió una porción de su credibilidad, una parte de la confianza que un sector de la población había depositado en él. Eso aparece claramente en todas las encuestas serias. La caída de su imagen positiva y su intención de voto. Pero está claro que en los últimos días perdió la iniciativa política y fue corriendo detrás de los acontecimientos.
Hace un mes el debate en el oficialismo era quien iba a ser la compañera de fórmula de Macri para lograr la casi segura reelección en el 2019. Algunos proponían a Carolina Stanley. Otros decía que había que repetir la fórmula con Gabriela Michetti. Sin embargo hoy, producto de errores económicos no forzados, de falta de muñeca y vocación política y de cierta soberbia a la hora de expulsar distintos funcionario de gran nivel, el debate es otro. La pregunta no es quien será la compañera de Macri en la reelección. La pregunta hoy es como hará para ganar en primera vuelta porque en un balotaje podría llegar a perder y de qué manera va a recuperar con firmeza el timón del rumbo que lleve a la Argentina a salir de años de atraso y populismo autoritario y cleptocrático.
El camino hacia el 2019 ya era muy angosto y se hizo más angosto todavía. Las bombas de tiempo que dejó el cristinismo son infinitas y algunas ya empezaron a explotar.
Tal vez sea la hora de relanzar el gobierno. De oxigenar el gabinete con nuevas figuras, de empezar a hacer política ampliando la coalición, de comunicar en serio y dar la batalla en los medios con gladiadores de Cambiemos que expliquen didácticamente y defiendan todas las decisiones.
A este gobierno no le sobran funcionarios de gran capacidad de gestión. Y le faltan decenas de cuadros políticos que puedan prever y anticiparse a situaciones negativas, generar nuevas alianzas y diseñar escenarios superadores que le den más potencia al gobierno y más nafta para llegar al 2019 y aprobar esa vergonzosa asignatura pendiente que tenemos institucionalmente los argentinos: que ningún presidente no peronista haya terminado su mandato en tiempo y forma.
Pero no puede darse el lujo de no contener en su espacio a dirigentes muy útiles como Alfonso Prat Gay, Carlos Melconian, Alberto Abad, Ernesto Sanz, Ricardo Buryaille, Isela Constantini, Emilio Monzó o Miguel de Godoy. En lugar de sumar figuras a su elenco de gobierno, en lugar de abrir sus puertas y sus dogmas, se cierran cada vez más sobre lo conocido y eso le hace cometer cada vez más errores.
Lo digo con todas las letras: creo que el presidente Macri está demasiado jugado a las decisiones de una sola persona: Marcos Peña. Todos los debates o miradas diferentes terminaron con el alejamiento del gobierno y del espacio de quienes osaron disentir con “los ojos” de Macri. Eso es por lo menos sectarismo. Muchos dicen que también, altanería. Macri debe abrir todas las puertas a los hombres de buena voluntad que quieran colaborar con este momento histórico. No tiene que cerrar nada.
Peña es un hombre inteligente, honrado y capacitado pero cada vez más encerrado en sus certezas e impenetrable para las miradas divergentes.
Es tan blindada la gestión que cada tanto se le retoban dirigentes del Pro y también por supuesto del radicalismo y la Coalición Cívica. Ayer estuvieron reunidos con sus aliados y no les dijeron una palabra de volver al Fondo.
Todo lo que Mauricio Macri perdió en intención de voto no lo sumó ningún dirigente. Por ahora no hay ningún liderazgo competitivo en el peronismo. Pero las crisis son fabricantes de candidatos ganadores. El kirchnerismo, aún en su apogeo perdió en el 2009 con un casi ignoto Francisco de Narváez y eso que en la otra boleta estaban Néstor Kirchner, Daniel Scioli y Sergio Massa. Cuando la bronca crece, cuando las crisis se hacen recurrentes, el ciudadano siempre encuentra un instrumento para castigar al oficialismo y hacer oír su reclamo.
Una puntal mediática de Cambiemos como Mirtha Legrand acaba de decir que se siente desilusionada y defraudada por este gobierno. Eso es simbólicamente grave porque significa que la comunicación oficial fue tan mala que no pudo convencer ni a Mirtha Legrand que vamos por el camino correcto.
Hoy Macri es lo menos malo. Pero alguien debería pagar por haberle hecho decir que ya había pasado lo peor. O que era fácil derrotar a la inflación. Dejaron pasar dos momentos de gran fortaleza política como sus triunfos electorales para convocar a acuerdos de estado como el tema energético o la reforma laboral, por ejemplo. Ahora desde la debilidad y con la campaña electoral que se lanzará después del mundial, la convocatoria es mucho más complicada.
El gobierno tiene que ponerse el casco y entrar en operaciones. Dar ejemplos de austeridad franciscana incluso exagerados, mostrar hiper actividad, exhibir y defender sus logros que son muchos y dar todas las batallas culturales y mediáticas para derrotar a la demagogia destituyente de un cristinismo que sabe que la única posibilidad que tienen de volver al poder es produciendo un 2001. Y en eso están: poniendo trabas y zancadillas a cada rato. Cristina sabe que ella y su cartel de corrupción solo se pueden salvar de la cárcel con un Macri debilitado y con un país en ruinas. Esa es su principal tarea. La de Macri es todo lo contrario. Ayudar a parir un país nuevo, productivo, con menos pobreza y desocupación y con una ciudadanía detrás de la epopeya de convertirnos en una verdadera República. Sin mafias ni golpistas. Con progreso y libertad. Y sin el Fondo Monetario Internacional. Vade retro, satanás.