El alto funcionario de la provincia volvía de un asado con amigos.
Habían arrancado temprano con un vino de Catena Zapata y él no lo cambió en toda la cena. Cuando llegaron los postres y apareció el Barón B, se prendió y le dio con todo.
Cuando ya se habían terminado los temas políticos, futbolísticos y la inagotable conversación sobre las mujeres, saludó a todos y se subió al BMW, que manejaba sólo él.
Cruzando el túnel Escalada, medio amodorrado, los vio sin poder creer lo que pasaba: ¡Un control de alcoholemia!, y tuvo que parar.
-Buenas noches señor, registro, tarjeta verde…y sople esta pipa.
El funcionario no lo reconoció.
-Sople fuerte otra vez caballero…
La marca de alcohol ingerido batió un récord regional.
Quiso darse a conocer, pero el tipo tenía cara de inabordable y con voz firme le dijo: ¡Usted tomó mucho señor!
Entonces apareció la picaresca Rosarina. Sacó la respuesta como de una galera.
– Agente, vengo del velorio de un amigo. Nervioso no me di cuenta y tomé un licor de huevo que sirvieron. La verdad, se que hice mal, pero dadas las circunstancias…
El inspector lo miró, se le dibujó una sonrisa y en un susurro le habló al oído:
– Rajá antes de que me arrepienta!
Le devolvió los documentos y el conocido hombre de la política local se fue, silbando bajito.
¿Lo habrá conocido?