Así luce el Palacio Vasallo, nuevo, reluciente, después de una obra que llevó dos años y más de 70 millones de pesos. Hay olor a pintura fresca, seguramente el último albañil se haya ido hace unas pocas horas. Hay una valla, atrás de ella, el pueblo que vino a la inauguración, manso espera su dosis musical. Delante de ella, un escenario con sillas acomodadas prolijamente para el protocolo. Hubo de todo, concejales, ex concejales, políticos desempleados, operadores políticos, operadores de los operadores políticos, trabajadores del Concejo, periodistas y no tanto, figuras vernáculas de la moda. Todos ubicados sobre la vereda la espera de que suene el primer acorde de la orquesta.
Inesperadamente todo se demora y arranca más tarde de lo previsto. Un concejal con barba estilo hipster con prolijo traje inglés y corbatín, pide alguna pulserita de protocolo de sobra para hacer pasar la mismísima barrera entre la política y pueblo a algún amigo o conocido. Se lo ve cansado a él y sus colegas. Vienen de atravesar la elección de las nuevas autoridades de la casa legislativa y también de afrontar dos semanas conflictivas con el debate de los agroecológicos. Igual sólo se ve cansancio, lo demás es todo alegría.
En la primera fila de sillas ubicadas sobre 1º de mayo, un ex diputado provincial charla amablemente, tiene a uno de sus alfiles en este concejo. Se lo ve feliz, los armados políticos de la sus últimas horas le resultaron favorable y salió fortalecido. El hombre de gran jerarquía política y moje negro de ley, armador incansable, cruza los brazos y mira la cúpula del edificio que fuera reconstruida en su totalidad. Característico de él que no le falte ningún detalle en su vestimenta que por lo cierto siempre es muy particular. A dos sillas de distancia, un ex edil que supo ser compañero de su tropilla, como si nada lo saluda y comparten la velada.
En el entretelón todos elucubran y piensan cómo será este nuevo Concejo. Quiénes marcan liderazgo y quiénes no. Pero no sólo en los teatros de revistas existen las vedettes, en la política sobreabundan. Una asesora dice que en el partido triunfante en las elecciones hubo una pequeña disputa ni más ni menos que por la ubicación de los despachos. Todos quieren estar cerca y gozar de las comodidades. De ese espacio político están todos menos uno, el joven ganador de rostro aniñado, seguro quedó abatido después de la sesión maratónica del día anterior donde nos faltaron las roscas cuando eligieron a Roselló como nuevo presidente.
Suena Rapsodia Bohemia, después el Himno Nacional. Las luces pintan de estridencia la fachada del edificio, mientras, como en la Matrix, un grupo de personas con dispositivos de audio con auriculares recorren cada espacio del predio de manera sigilosa. Se hablan secretamente, dan indicaciones, llevan trajes al mejor estilo de la película hombres de negro, resultan inconfundibles entre la multitud.
Después del concierto que terminó con un fugaz apagón que desconcertó tanto a los que estaban atrás como delante de la valla separadora, todos se relajaron. Uno de los hombres trajeados con los auriculares puestos, tomó una postura más cómoda mientras le decía a uno de sus compañeros: «Ya está, ya terminamos”. Terminaba para ellos, pero no para los cientos de invitados de lujo que en breve harían escala en el nuevo recinto.
Como una tropa y en fila india sin pisarse, todos encararon para el ingreso por 1º de Mayo para ver la prueba del voto electrónico. Las barandas de las escaleras de la entrada estaban pegajosas, todo parecía recién hecho. Ya en el recinto de aires nórdicos y paneles sonoros de madera al estilo iglesia moderna todos tomaron su asiento en lo que fueran las viejas gradas, hoy convertidas en bellas sillas de diseño retráctiles en prolijas hileras. Abajo, los concejales con el nuevo sistema de voto electrónico.
En una símil prueba de sesión, Daniela León dio inicio al voto. A su lado, la intendente Mónica Fein y un ingeniero del Polo Tecnológico que dio las explicaciones pertinentes del funcionamiento. El simulacro fue con el presupuesto municipal que salió aprobado. Por supuesto, eso es ficción: la verdad se verá en el regreso del receso, cuando el sistema se ponga en uso.
Después de la prueba, Daniela León saluda amablemente Mónica Fein. Ambas de trajes sobrios, Daniela lleva un conjunto blanco, como si fuese una quinceañera. En parte es su fiesta, la obra por la que se la recordará en estos lares. Daniela pudo haber sido la nueva figura de la Oficina del Consumidor pero no fue así. La entidad perteneciente al concejo, seguirá en manos de María Julia Bonifacio, su actual directora. Daniela dice que volverá a la actividad privada, ¿será así?
Ya más relajados y en el hall principal del palacio, todos beben champan. Burbujas van burbujas vienen, nadie registra que afuera para los que están detrás de la valla, tocan Fabián Gallardo, Rubén Goldín y Silvina Garre versiones de temas rosarinos. Adentro, un bacanal: bocaditos, canapés, pinchos. Una tropa de mozos se propone atender a los cientos de hambrientos que se avalancha sobre las bandejas, como termitas devoran sin parar. Un concejal se atornilla a una de las barras cercanas a la señorial escalera, se lo ve más flaco, dicen que está feliz, salió airoso en la guerra de los despachos.
En el medio del hall, la mesa oval, representativa, llamativa y cargada de historia y personalidad. La mesa que supo ser iniciática en este Concejo hoy apoya unas velas new age y dos fuentes enormes donde se sirve un plato popular llevado a chic: bifes a la criolla al estilo petit food. Como si fuera la última vez, se abalanzan sobre la camarera que intenta dar respuesta a todos los que desean este plato nacional y popular. Ni los del PRO escatiman, ellos, que suelen tener una dieta balanceada.
Ya entrada la noche, algunos resisten. Llegan los dulces y el champan sigue corriendo como reguero de pólvora. Sólo quedan algunos periodistas y concejales. Sobre el costado derecho del lugar un histórico concejal que dejará el palacio, conversa con periodistas. Desde atrás aparece un mozo, lleva entre sus dedos una botella de espumante.
— ¿Quiere una copita?— le consulta al edil.
— Por supuesto, después de todo con esto me alcanza.
De la nada y como un truco de magia, el camarero saca una copa y sirve el burbujeante champan. El edil sigue la conversación, no habla de su futuro, aunque el Concejo sin él ya no será lo mismo.