Las semanas que antecedieron a las elecciones poco tuvieron que ver con la calma previa a la tormenta. Se trató, más bien, de un torbellino permanente. No fue difícil percibirlo. Alcanzó con caminar por la peatonal Córdoba un sábado al mediodía o pasar por la Calle Recreativa un domingo. Las paredes, columnas y ploteos pidieron a gritos votos, sumado a decenas de militantes que se repartieron entre los puntos neurálgicos de la ciudad.
Como si estar en cada rincón no fuera suficiente, la campaña se extendió por cada hueco que pudo: Facebook, Instagram, Twitter, radio y TV. Los precandidatos estuvieron en todos lados compartiendo sus propuestas. Pero a veces parece que no les alcanzara. Y entonces ahí aflora el jingle para estamparse -por método de repetición- en las mentes de los ciudadanos.
La ciudad fue atravesada por la campaña. No es una novedad. Cada dos años se repite la historia y, con ella, algunos atisbos de falta de creatividad. Apareció el jingle. Aparecieron los jingles, mejor dicho, en manos de pocas (o las mismas) melodías.
Más de un estudio científico internacional intentó explicar las claves del éxito de un hit musical. Las justificaciones son más bien dudosas, pero no parece importar mucho. La canción «Despacito», de Luis Fonsi y Daddy Yankee, batió récords y se convirtió en el tema más pegadizo del año. Las estadísticas dieron lugar a nuevos estudios de universidades. Que la melodía, el ritmo, la sílaba: todo lo que lo hace el perfecto tema que no te vas a olvidar jamás. Y parece que más de un precandidato lo creyó. Más que uno, un montón.
Cabe destacar primero algunas excepciones: la precandidata chaqueña Lilian Marolo eligió la reconocida canción del Aceite Marolio para hacerse notar y repetir incesantemente. También el precandidato local Fernando Rosúa prefirió «La Bicicleta» de Shakira y Carlos Vives. «Quiero que recorramos juntos cada zona, desde Saladillo hasta Vía Honda», decía su jingle.
Son cinco, buscados casi al azar, descubiertos a puro ritmo. Porque alcanza con escucharlos para descubrirse horas después todavía murmurando y agitando brazos y caderas al ritmo de una melodía que se repitió hasta el cansancio, una y otra vez, en todos lados y a toda hora.
Fueron los precandidatos al Concejo Municipal, Marcelo «Pipi» Andrada y Mario Perichón; el precandidato a diputado nacional, Agustín Rossi, del que se difundió uno más bien casero, pero jingle al fin; el precandidato a senador por Buenos Aires y ex candidato a presidente, Florencio Randazzo; y el candidato a concejal por Funes, Ignacio Leishner, los que eligieron «Despacito» para sus campañas.
Las campañas no son la calma que anteceden a la tormenta. Son la mismísima tormenta. Nos atravesaron, queramos o no. Lo hicieron con un torbellino de propuestas, volantes, imágenes en la tele, publicaciones y etiquetas en redes. Pero sobre todo, se apoderaron, sin piedad, de la música y el ritmo que hace a la diversión cotidiana de gran parte de la gente.
“Se tiran a la pileta”
Carlos Arce trabaja en SADAIC Rosario y explicó el camino legal que debería recorrer cualquier canción. Lo primero, es registrar la propiedad intelectual en el Ministerio de Justicia. Una vez que el tema quede registrado, sólo puede utilizarse con la autorización del autor o sus sucesores, por más que le cambies la letra. El registro en la Sociedad Argentina de Autores y Compositores es para que se pueda cobrar el uso de la canción.
Los jingles de campaña con otras melodías no suelen pasar por el recorrido de una autorización. La conclusión se saca por sentido común: resulta casi irrisorio imaginar que los asesores de Pipi Andrada, por ejemplo, se hayan comunicado con Daddy Yankee o Luis Fonsi. Arce, por las dudas, lo confirmó:»La mayoría se tira a la pileta y no pasa nada, pero las causas pueden iniciarse. El costo de intimación a pagar la propiedad de un tema varía. Pueden ser entre cinco mil pesos o cincuenta mil dólares, según quién lo use y para qué».
La Mancha de Rolando contra el PRO
Manuel Quieto, líder de la banda de rock “La Mancha de Rolando”, denunció a principios de 2011 y por redes sociales a Mauricio Macri. Fue por utilizar su canción “Arde la ciudad” en actos de campaña.
«En mi calidad de único autor y titular de todos los derechos de propiedad intelectual sobre la obra musical con letra titulada ´Arde la Ciudad´, los intimo para que cesen en toda y cualquier utilización de la misma y cualquier obra que me pertenezca, que han venido realizando durante su campaña política y dentro de los festejos de la misma», se quejó.
«La utilización de las obras en el marco político, genera la falsa idea de una asociación entre mi obra, mi persona y la banda musical ´La Mancha de Rolando´ que integro, con un proyecto político con el cual estamos plenamente en desacuerdo», escribió Quieto en su Facebook hace seis años.
La carta pública continuó: «Toda utilización de las obras en el marco descripto contra mi voluntad, será una violación a mis derechos de autor y pasible de las denuncias y penas que indica el art. 72 de la ley 11.723, sin perjuicio de las denuncias y reclamos por daños y perjuicios que iniciaré por los usos anteriores».
Ese mismo año, el mismo tema se había utilizado en la provincia de Santa Fe para un jingle de campaña. «Me parece que deberían pedir permiso, sobre todo si van a cambiar la letra, porque al autor le puede molestar», sentenció el músico.