La situación preocupa seriamente a Europa: Italia está viviendo una epidemia de sarampión que no sólo multiplicó los casos sino que está hospitalizando a cuatro de cada diez niños afectados. El promedio de edad fue de 27 años y la incidencia más alta fue en bebés menores de un año de edad. El crecimiento de casos de un año a otro fue del 400%.
El problema tiene un responsable: los movimientos antivacunas. El 89% de todos los casos no estaban vacunados y un 6% más solo había recibido la primera dosis de la vacuna.
El sarampión es una enfermedad grave causada por un virus, pero perfectamente prevenible con vacunas.
El avance de los grupos antivacunas es tal que la OMS (Organización Mundial de la Salud) emitió el 19 de febrero una alerta advirtiendo que el sarampión se disparó un 400% en 2017. Diversos organismos se sumaron a la advertencia y subrayaron que es clave no perderle el miedo al sarampión, ya que las vacunas salvaron 200 millones de vidas.
A los 5.000 enfermos italianos hay que sumar más de 500 casos en Alemania y 6.434 enfermos (y una treintena de muertes) en Rumania. Al calor del crecimiento de los movimientos antivacunas, enfermedades que creíamos olvidadas están protagonizando un regreso alarmante.
La reciente muerte de un niño con otitis por haber sido tratado con homeopatía y el caso de un chico que contrajo tétanos tras un accidente porque sus padres se negaron a vacunarlo son claras postales del daño que pueden hacer ese tipo de pseudoterapias.
La obligatoriedad de las vacunas sigue siendo un tema muy polémico, sobre todo, por los problemas éticos y sociales que presenta. ¿Qué se debe hacer con los niños que no están vacunados? ¿Se los debe dejar sin escolarizar como están decidiendo Alemania, Francia y otros países? ¿Debemos retirarles la custodia (y la patria potestad) a sus padres? ¿Debemos obligarlos físicamente a ser vacunados? Muchas decisiones se debaten en el mundo.
De hecho, el Gobierno Italiano no tuvo más remedio que legislar en este sentido el 19 de mayo pasado haciendo obligatorias una docena de vacunas para todas las escuelas del país. Otros países, como Alemania, obligan a las guarderías a informar de los padres que no vacunan a sus hijos.
El sarampión es una patología que cursa con brotes epidémicos, con una tasa de contagio en personas no vacunadas cercana al 100%. Si tenemos contacto cercano con un caso y no estamos vacunados, es casi imposible no contagiarnos. Es decir, las opciones son vacunarse o infectarse a través del virus.
Cuando aparece una persona afectada, que se produzca o no un brote significativo dependerá directamente de la tasa de vacunación de la población cercana y de las medidas preventivas llevadas a cabo. Es necesario aislamiento aéreo y de contacto, pues se transmite a través del contacto directo con las secreciones respiratorias de personas infectadas y por el aire.
Síntomas del sarampión
El primer signo del sarampión suele ser fiebre alta, que dura entre 4 y 7 días. En la fase inicial, el paciente puede presentar congestión nasal, tos, ojos llorosos y rojos y pequeñas manchas blancas en la cara interna de las mejillas. Al cabo de varios días aparece erupción cutánea, generalmente en el rostro y la parte superior del cuello, que se extiende unos 3 días y acaba por afectar manos y pies.
Las complicaciones más importantes son ceguera, encefalitis (infección acompañada de edema cerebral), diarrea grave (que puede provocar deshidratación), además de infecciones del oído y respiratorias graves, como la neumonía. Son más frecuentes en menores de 5 años y en mayores de 30.
El virus del sarampión no descansa. Siempre está buscando su próxima víctima. Lo mejor es estar vacunado y no comprobarlo en nuestro propio cuerpo. “La medicina no es una ciencia exacta, pero las matemáticas no fallan y nos están pidiendo a gritos que nos vacunemos, todos”, advierten los expertos.
Fuente: Buenavibra.es