Allá por 1984 Marilina Ross presentaba en Buenos Aires su espectáculo “Sobre un mar de miedos” y con su inconfundible voz, cantaba una canción llamada “Aquí y ahora”, y en breves estrofas ponía en cuestión los modelos sociales respecto a cómo amar, y nos decía:
“Vuelve siempre una pregunta, que no puedo contestar, si el amor no es egoísta, por qué la fidelidad. Porque te amo quiero que seas feliz, porque te amo, conmigo o sin mí. Si mi amor se fue esta noche, y es feliz con quien está, por qué me muero de celos, si el amor antes que nada es dar”…
Probablemente hoy en día muchos se sigan haciendo la misma pregunta, que para algunos puede seguir sin respuesta, mientras que desde diversos lugares se intenta construir una respuesta. Respuesta cuya construcción requiere la deconstrucción de modelos incorporados, el cuestionamiento de la pareja y la familia tal y cual las conocemos, cuya dinámica se está reconfigurando, y que exige una revisión de conceptos que a veces damos por sentado, como cuando repetimos que los celos son un signo de amor y por ende, la ausencia de celos, señal de desamor o falta de interés.
Existen muchos movimientos que reúnen a personas que han decidido pensar y debatir sobre el amor libre en todas sus manifestaciones, incluyendo la dinámica de las parejas abiertas (los interesados pueden ingresar a la web de Amor Libre Argentina . Pero aún sin ahondar en ellos, debemos entender que ser parte de una relación abierta implica una filosofía de vida, una posición tomada respecto a cómo entender el amor, a qué significa para cada uno estar en una relación, y requiere de una profunda reflexión sobre la posesividad asociada a la noción de propiedad privada, y sobre las inseguridades personales que sólo se alivian con falsas percepciones de seguridad y control, como si realmente al relacionarse con alguien existiesen garantías de continuidad o permanencia.
Este recorrido dialéctico entre teorías, vivencias, y la interpelación de los propios sistemas de creencias, debe conjugarse con el de la persona con la cual se pretende compartir un proyecto de pareja de estas características. Y como siempre, es imprescindible el consenso en un contexto de respeto y confianza. De nada sirve tratar de imponer al otro un modelo de funcionamiento determinado para la pareja o la sexualidad. Es fundamental comprender, que incorporar a otras personas al escenario sexual o sexo-afectivo de la pareja, puede resultar gratificante si es la concreción de un deseo consensuado, pero de ningún modo es una vía de resolución de conflictos.
Una pareja en crisis, a veces comete el error de creer que encontrará la solución ampliando los límites. Pero para eso se necesita de una relación con fortalezas, que funcione en base a mucha confianza, comunicación y cuidados mutuos, y que haya reflexionado, debatido, madurado, y decidido en conjunto dar ese paso, caso contrario, la apertura será el principio del fin.
Por eso es recomendable que se consideren todos estos factores también a la hora de cumplir fantasías. A veces por moda, por aburrimiento o por malestar, las parejas se precipitan a experimentar situaciones para las cuales no están preparados, vivenciando episodios de frustración, enojo o angustia.
La sexualidad humana puede ser muy gratificante, pero para ello las prácticas tienen que estar mediadas por una decisión acorde al propio sistema de creencias, a los valores, principios y prioridades que rigen todos los órdenes de nuestras vidas. Sin esa consonancia entre lo que pensamos y hacemos, el placer quedará excluido.