El rostro del Chocho Llop en la noche agradable de Paraná transmitía confianza. Moderada y casi que injustificada por cierto, pero confianza al fin luego de otra actuación deficitaria y que tuvo a Pocrnjic como el responsable de la igualdad. Nada del otro mundo. Se diluía la conferencia de prensa entre preguntas de rigor y la búsqueda de algo diferente respecto a descubrir el real pensamiento del coach muy arraigado al ya remañido cassette optimista.
Y fue precisamente la última respuesta del entrenador la que abrió puertas de razonamiento: «Estamos bien, la verdad es que estamos bien». Esa fue la reflexión que ofició de disparador para este análisis. Nueve puntos sobre 24 posibles parece, desde cualquier punto de vista, insuficiente. De hecho, claramente lo es. Pero si no nos quedamos en el simple reduccionismo de lo numérico, se nota que es un equipo que no parece decidido, a un tercio del certamen caminado, a colocarse un techo demasiado alto en torno a sus pretensiones, que no ha merecido mas que lo que recaudó y que ha optado, con mucho de resignación, trocar un buen plato gourmet por un sandwich de mortadela y un vaso de agua asumiendo su nuevo rol de sufrimiento.
Es en esa situación donde uno debe atender lógicamente a una serie de atenuantes respecto a las dificultades coyunturales que ha atravesado durante un 2017 de enormes terremotos institucionales y que aún amenazan el Parque Independencia. No obstante, con ese «Bien, bien, vamos por el buen camino» la duda queda clavada como estaca. ¿Esto será la constante de Newell’s en la temporada? Dios me libre. ¿Podrá dejar archivado los problemas que ha atravesado para comenzar a mostrar una cara un poco mas maquillada en la Superliga? Difícil.
Newell’s ha marcado goles en sólo tres partidos ante equipos de inocultable inferior calidad técnica (Olimpo y Chacarita) y de penal ante Unión con la inestimable colaboración de Yeimar Pastor en un trámite que no lo favoreció en absoluto. El resto es desolación, tibieza e incredulidad. Es aquí cuando la realidad lo sume a la Lepra en un callejón sin salida aparente. ¿Esto es el camino? Ni por asomo. ¿Hay luz al final del túnel? Dentro del «se trajo lo que se pudo», ¿están los mejores?
El futuro parece tormentoso y la paciencia del hincha parece ir trocando con mucho de lógica por decepción crónica, mas aún si lo exhibido ante Patronato es «ir por el buen camino». Arquero figura, dupla de centrales transpirando la gota gorda y alguna que otra corrida inquietante de Joaquín Torres. Listo, nada más. Hasta, si es necesario, puedo aflojar y decir que ha conseguido cierta seguridad defensiva. Ahora bien: desde que el fútbol es fútbol, gana el que hace más goles en el arco ajeno que los que recibe en el propio.
En ese contexto resulta llamativa la pobreza ofensiva que hoy representa la camiseta rojinegra. Es, a esta altura, inexplicable que un delantero que llegó con un buen antecedente cercano de Temperley como Guevgeozián muestre las torpezas que encadenó en Paraná. No es que fueron muchas, fueron todas juntas. Es incomprensible que un atacante como Leal juegue de «nueve» -aunque no estoy convencido que lo sea- y el arco se le achique como uno de hockey sobre patines. ¿Son las dos cartas mas confiables con las cuales Newell’s debiera ganar partidos? Madre mía. Pero ojo. El moreno es guapo, atrevido, tiene picante y eso quizás le siga manteniendo el crédito abierto pero el papelón inadmisible del «Armenio» exige un serio replanteo mas antes que después.
Defender es una parte del juego indispensable pero atacar es lo que te hace ganar partidos. Una corridita de Torres, alguna gambeta de Figueroa, una cosita de Sarmiento, es demasiado poco para salir de la espesa incomodidad de la tabla y de un caminar entre las ruinas y la miseria casi como reconociendo que se acabaron las épocas de vacas gordas.
Es inocultable la falta de atrevimiento, ambición, fortaleza mental, volumen de juego y fundamentalmente de un planteo que contagie. Por ahí es mucho, pero al menos debe entregar una imagen de lo que intenta plasmar en cancha, que sostenga un plan y se perciba. Cosa que claramente no ocurre. Ahora bien, si ese plan es el «vamos por el buen camino» del 0-0 ante Patronato, les sugiero con mucha humildad que se ajusten los cinturones. Todavía no llegó lo peor.