Por Mauro Yasprizza.
Newell’s no perdió solo un partido más: perdió el orgullo, perdió la identidad y dejó en evidencia que todo un ciclo se agotó. Y no hablo solo de fútbol: también en lo dirigencial todo está cumplido y vacío.
Cristián Fabbiani llegó prometiendo carácter y rebeldía. Lo que trajo fue silencio, improvisación y un equipo que camina por la cancha como si nada importara. El DT no decide, no inspira y solo observa cómo la Lepra se desangra partido tras partido.
Mientras tanto, Ignacio Astore y su comisión directiva parecen de paseo: discursos vacíos, internas eternas y cero gestión real. La misma apatía que se ve en la cancha se replica en la mesa directiva. Todo un club funcionando a media máquina, mientras los hinchas se preguntan si alguien está al volante.
Lo peor no es que Newell’s pierda: lo peor es que nadie se indigna. El hincha resignado ve cómo la mediocridad se naturaliza, cómo un equipo sin alma y una dirigencia ausente se convierten en rutina.
Este es el peor Newell’s de los últimos 25 años porque encarna lo que nunca debió suceder: jugadores que deambulan, un DT que no da respuestas y una dirigencia que ni aparece. Si alguien tenía dudas de que el ciclo estaba agotado, hoy quedó clarísimo: todo se terminó, y el club camina directo hacia la irrelevancia.

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