Newell’s no paga salarios y la crisis amenaza con golpear donde más duele: sus trabajadores
Por Mauro Yasprizza
Más de 200 empleados siguen sin cobrar el sueldo de agosto. UTEDYC advirtió que podrían iniciarse medidas de fuerza que afectarían al club en su funcionamiento diario y hasta en los partidos. La deuda expone la falta de gestión y sensibilidad de la dirigencia.
Newell’s Old Boys, un club con historia y orgullo en cada rincón de Rosario, hoy le da la espalda a quienes sostienen la vida cotidiana de la institución: sus empleados. Más de 200 trabajadores de mantenimiento, servicios, limpieza y administración siguen sin cobrar los sueldos de agosto, y la situación ya es insostenible.
UTEDYC, el gremio que los representa, elevó múltiples reclamos y obtuvo siempre la misma respuesta: promesas incumplidas. Mientras tanto, las cuentas de los trabajadores no esperan. El alquiler, la tarjeta, la comida de los chicos: todo corre con la misma velocidad con la que la dirigencia se atrasa en sus compromisos.
La voz del abogado del gremio, Diego Marcón, es clara: “La falta de pago ya se torna insostenible y alarma la falta de sensibilidad del club”. Y no es solo un reclamo laboral; es un recordatorio de que detrás de cada camiseta vendida, de cada entrada cobrada y de cada partido televisado, hay personas que mantienen en pie el estadio, las oficinas y las instalaciones que disfrutan miles de hinchas.
La dirigencia rojinegra arrastra una tesorería ahogada y deudas acumuladas. Pero lo preocupante no es solo la crisis económica: es la crisis de gestión. Porque cuando el club decide priorizar otros pagos y dejar a 200 familias sin cobrar, muestra claramente cuáles son sus prioridades.
El conflicto ya no es una advertencia: es una bomba de tiempo. Si en los próximos días no se resuelve, UTEDYC podría iniciar medidas de fuerza que paralicen el funcionamiento del Coloso y de las sedes. Y ahí ya no habrá excusas: el problema se hará visible en lo deportivo, en la logística y en la vida institucional.
Newell’s se enfrenta hoy a una prueba de carácter que trasciende los resultados de la cancha. Porque pagarle a los trabajadores no es un gesto, es una obligación. Y cumplirla define si un club es realmente popular o si solo se disfraza de tal para recaudar en nombre de su historia. La dirigencia leprosa todavía tiene margen para evitar el escándalo. Pero el reloj corre, y cada día sin respuesta profundiza una deuda que ya no es solo económica, sino moral.

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