Aquellos que transitaron los ’80 y ’90, seguramente recuerden los tiempos de explosión de los videoclubs. Alquilar una película -una frase hoy rodeada de extrañeza- era toda una experiencia. No sólo por la adrenalina que implicaba elegir entre esas miles de cajas sino por el encuentro con el vendedor que cumplía su turno. En ese encuentro había algo que no fallaba: el diálogo, el ida y vuelta. La recomendación del «chico del video» era parte de la previa a la instalación en el sillón. A veces se coincidía, otras no. Poco importaba, después de todo, el desenlace. Al video siempre se volvía.
Así empezó Fernando Herrera en «Alternativa». Las asiduas recorridas por las góndolas de filmes le valieron la propuesta del entonces dueño para quedarse a trabajar. Eso sí, Herrera llegó más cerca del último grito de furor de los videoclubs, ya avanzados los 2000. El lugar de Corrientes, entre San Lorenzo y Urquiza, es uno de los espacios que hay en Rosario. Lamentablemente cerrará sus puertas a fin de mes.
Para él, en el final «confluyen varios factores. No es solamente «Netflix», detalla, y se distancia de la visión que quizás circula en la cabeza del lector. Las plataformas de streaming, el cambio tecnológico y las herramientas posibilitadas por las TICs son sólo algunos de los elementos que devinieron en el cierre. Sin embargo, el realizador audiovisual pone el foco en las exorbitantes sumas de las facturas de luz y otros servicios que se volvieron «imposibles de pagar».
No obstante, Herrera no siente nostalgia por las épocas doradas, cuando las películas eran bienes tangibles y sostiene que aún hay tráfico de público en el local. «Lo tomo con humor. Incluso hice unos spots con Rocky I como referencia, donde el final para el protagonista es el comienzo de una nueva etapa», afirma sobre el inminente desenlace.
El también periodista, que dicta talleres sobre historia del cine para algunos alumnos, desliza que se acuerda del lapso de desesperación colectiva impuesto por la Gripe A, en 2009, como el último gran impulso rosarino por alquilar películas.
Alternativa es un salón de 300 metros cuadrados con grandes reflectores de luz blanca, el color que predomina en la completud del lugar. Al principio, tenía 22.000 películas. Hay pósters de clásicos y otros no tanto que reposan en todas las paredes. La esquina con las caras de Brian De Palma, Martin Scorsese, Woody Allen y tantos otros invita al consumidor de cine medio, al menos a detenerse. En cada rincón se respira cine, cine con todas las letras.