Rosario juró a sus concejales… y también juró un nuevo orden político lleno de heridas abiertas
Opinión. Por Mauro Yasprizza.
Por Mauro Yasprizza.
En el Palacio Vasallo no hubo solo diplomas y sonrisas: hubo pases de factura, acuerdos impensados y un mapa de poder donde los que ayer se creían invencibles hoy cuentan los porotos que les quedan.
Hay juras que emocionan, otras que aburren y otras —como la de este 4 de diciembre en el Concejo Municipal de Rosario— que parecen escritas por un guionista con hambre de rating. Porque mientras los 13 ediles electos levantaban la mano para asumir, el verdadero juramento ocurría detrás de escena: el de la supervivencia política.
María Eugenia Schmuck retuvo la presidencia del cuerpo como quien sostiene la última columna que todavía mantiene en pie un edificio oficialista golpeado. Y lo hizo en un escenario donde la Libertad Avanza y el peronismo, sí, peronismo y libertarios juntos, se quedaron con las vicepresidencias. Norma López desde una, Juan Pedro Aleart desde la otra. Una postal digna de coleccionista: las dos fuerzas que juran odiarse compartiendo el control institucional del Vasallo. Rosario siempre tan imprevisible, siempre tan pragmática.
Pero la otra historia —la que algunos prefieren esquivar— es el derrumbe de Ciudad Futura. Un derrumbe político, simbólico y hasta moral. Después de las traiciones hacia Eduardo Toniolli y el Movimiento Evita, el espacio de Juan Monteverde llegó a la jura con menos poder de fuego que un encendedor húmedo. Pasaron de ser la fuerza que incomodaba a todos a convertirse en la fuerza que incomoda solo a sí misma. El Vasallo no perdona, y el electorado tampoco.
La fragmentación también hace lo suyo. Unidos retuvo la primera minoría, sí, pero quedó lejos del músculo que supo tener. El peronismo se abroqueló como pudo: un bloque conducido por López y otro orbitando alrededor de Aleart, más fresco, más televisivo, más dispuesto a marcar agenda. La Libertad Avanza, por su parte, entró al recinto con un ímpetu casi adolescente: poca experiencia, mucho ímpetu y una cuota de poder que nadie veía venir hace un año. Ellos, que juraron “romper todo”, hoy se acomodan en el sillón de una vicepresidencia. La política nunca deja de sorprender.
Ciudad Futura, mientras tanto, eligió caminar sola. Y en esa soledad aparece la factura más cara de todas: perder influencia real. Sin aliados, sin bloques compartidos, sin ese entramado progresista que supieron tejer, quedaron orbitando en una especie de limbo legislativo. No son oficialismo, no son oposición sólida. Son un bloque que mira desde afuera cómo otros ocupan el terreno que abandonaron por decisión propia.
¿Y qué queda para el futuro inmediato? Un Concejo reconfigurado, más fraccionado que nunca, donde cada ordenanza será un test de paciencia y cada negociación un pequeño juego de ajedrez político. Schmuck intentando ordenar la tropa, el peronismo recuperando aire con López y Aleart en lugares centrales del organigrama, los libertarios buscando volumen, y Ciudad Futura tratando de recordar en qué momento exacto dejaron de ser protagonistas.
La política rosarina jura, asume y sigue. Pero también cobra. Y al final del día, en este Concejo que arranca con más interrogantes que certezas, el gran desafío será simple de describir y difícil de cumplir: convivir sin destruirse.
Aunque, claro… este es Rosario. Y acá, incluso cuando todo parece estar bajo control, siempre hay un concejal dispuesto a patear el tablero.

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