Se fue Astore, empieza Boero: el club que queda y la herencia que arde
Opinión, por Mauro Yasprizza.
Por Mauro Yasprizza.
Newell’s cerró una de las gestiones más cuestionadas de su historia reciente y abrió una nueva etapa con Ignacio Boero al frente. Cuatro años después, la Lepra cambia de manos en un contexto frágil: un equipo sin rumbo futbolístico claro, finanzas tensionadas y una institución atravesada por la política.
Se terminó la era de Ignacio Astore. Y no es una frase hecha: es un cierre abrupto, ruidoso, inevitable. El domingo, las urnas hablaron con la contundencia que suele tener el hartazgo. Desde este lunes, Ignacio Boero es el nuevo presidente de Newell’s Old Boys y comienza una etapa que no admite luna de miel. El club que recibe está lejos de ser una hoja en blanco.
Durante cuatro años, la gestión Astore dejó una marca profunda, pero no precisamente virtuosa. El balance que hoy hace el hincha es crudo: promesas incumplidas, decisiones erráticas y una conducción que nunca logró construir confianza. El resultado está a la vista: un club golpeado en lo futbolístico y con un frente económico que obliga a caminar con cuidado extremo.
Desde lo deportivo, Newell’s perdió identidad. Cambios constantes de entrenadores, proyectos inconclusos, refuerzos que no rindieron y juveniles que alternaron protagonismo con largos períodos de incertidumbre. El primer equipo navegó torneos sin objetivos claros, más pendiente de no caer que de competir. La sensación permanente fue la de improvisación.
En lo institucional, la conducción tampoco encontró estabilidad. La Comisión Directiva de Astore fue mutando, desgastándose, encerrándose en sí misma. El diálogo con el socio se fue rompiendo y la distancia con la tribuna creció hasta hacerse insalvable. Cuando un club grande deja de escuchar a su gente, el final suele ser cuestión de tiempo.
El aspecto financiero es, quizás, el más delicado. Deudas acumuladas, compromisos corrientes ajustados, dificultades para operar con normalidad en el mercado y una dependencia creciente de ingresos extraordinarios. No se trata de un club quebrado, pero sí de una economía tensionada, con márgenes mínimos y decisiones futuras condicionadas. El margen de error hoy es casi nulo.
En ese contexto asume Boero. Lo hace con el respaldo electoral, pero también con una mochila pesada. Gobernar Newell’s nunca fue sencillo; hacerlo después de una gestión fallida es todavía más complejo. La agrupación UNEN deberá demostrar rápidamente si tiene algo más que diagnóstico: necesita gestión, cintura política y decisiones firmes.
Y hablando de política, hay un dato que no puede pasarse por alto. Newell’s quedó atravesado por todos los colores partidarios: radicalismo, peronismo, Unidos, javkinismo. La política se metió de lleno en el Coloso Marcelo Bielsa. El riesgo es conocido: cuando la lógica partidaria se impone sobre la deportiva, el club deja de ser un club y pasa a ser un botín.
Astore se va dejando un club cansado. Boero llega con la obligación de reconstruir. No alcanza con el cambio de nombres: hace falta un cambio de cultura dirigencial. Orden, transparencia, planificación y fútbol. Mucho fútbol. Porque Newell’s puede sobrevivir a una mala gestión, pero no a la repetición del fracaso.
El hincha ya hizo su parte. Ahora empieza la hora de los que mandan. Y esta vez, no hay margen para excusas.

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