Se entiende por estrés al “estado de cansancio mental provocado por la exigencia de un rendimiento muy superior al normal; suele provocar diversos trastornos físicos y mentales”.
La American Psychological Association (APA) afirma que existen tres tipos de estrés: el agudo, el episódico y el crónico.
El primero, es el más común, surge de las exigencias y presiones del pasado reciente y las exigencias y presiones anticipadas del futuro cercano.
Afortunadamente, la mayoría de las personas reconocen los síntomas de estrés agudo. Es una lista de lo que ha ido mal en sus vidas: el accidente que abolló el auto, la pérdida de un contrato importante, un plazo de entrega que deben cumplir, etc.
Los síntomas que incluye este tipo de estrés son: irritabilidad, ansiedad, depresión, problemas musculares, estomacales, transpiración, mareos o migrañas.
El estrés agudo episódico lo presentan aquellas personas que tienen una vida desordenada que siempre están apuradas y llegan tarde a todos lados.
Es común que las personas con este tipo de estrés agudo estén demasiado agitadas, tengan mal carácter, sean irritables, ansiosas y estén tensas. Suelen describirse como personas con «mucha energía nerviosa». Siempre apuradas, tienden a ser cortantes y a veces su irritabilidad se transmite como hostilidad.
Los síntomas son: dolores de cabeza tensos y persistentes, migrañas, hipertensión, dolor en el pecho y enfermedad cardíaca. Tratar el estrés agudo episódico requiere la intervención en varios niveles, que por lo general requiere ayuda profesional, la cual puede tomar varios meses.
Por último, el estrés crónico surge cuando una persona nunca ve una salida a una situación deprimente. Es el estrés de las exigencias y presiones implacables durante períodos aparentemente interminables. Sin esperanzas, la persona abandona la búsqueda de soluciones.
Es el estrés de la pobreza, las familias disfuncionales, de verse atrapados en un matrimonio infeliz o en un empleo o carrera que no se está a gusto.
Algunos tipos de estrés crónico provienen de experiencias traumáticas de la niñez que se interiorizaron y se mantienen dolorosas y presentes constantemente.
Consejos para “dominarlo”
- Practicar deporte de forma regular: si bien el deporte incrementa momentáneamente los niveles de cortisol, una vez finalizado el entrenamiento éste vuelve a su nivel habitual, y generamos además endorfinas.
- Práctica de relajación y meditación.
- Dieta equilibrada: evitar el consumo de café, alcohol, edulcorantes, azúcar y harinas refinadas.
- Llevar un buen descanso: tener un horario regular para dormir, los recomendable son ocho horas diarias.
- Tener un espacio de recreación: salir, reunirse con amigos, bailar, son acciones que conectan con el disfrute y reducen los niveles de estrés.