Por Raúl «Bigote» Acosta
Por la pared de su pieza, oficina, escritorio, de la casa donde vivió sus últimos años, se oía pasar el tren y una enredadera florecida no logra esconder los vagones de un tren suburbano. La ventana tampoco los escondía. El traqueteo. La sirena. El tiempo de esos trenes, cada 12 minutos aproximadamente.
Van siempre llenos… eso me decía Raúl González Tuñón. La gente se mueve bastante y va y vuelve como si fuese fácil…
Usted vino de Rosario…. Conozco esa ciudad. Ricardo Güiraldes era generoso, nos prestaba unos pesos y nos íbamos. Pfáa. Que años. Llegábamos en la noche. A veces nos quedábamos todo el fin de semana. Volvíamos en un tren de la mañana.
Las conversaciones con ese hombre son un pedazo luminoso de mi vida. No me cansaba de escucharlo. Fui una vez por una nota. Volví en tardes que se cambiaban, tornaban diferentes.
Sus recuerdos de esos viajes son anteriores a 1926. Era cauto para mencionar los prostíbulos a la salida misma de la Estación Rosario Norte. Ya sobre 1930 su destino era cercano a España y las Canciones en las que refiere a la Guerra Civil. De los prostíbulos a la masacre. Digan lo que quieran. No había masacre en la tierra de las madamas. La última la tía Susana.
Tengo una certeza inagotable que certifica que sus visitas rosarinas eran anteriores. Su primer libro se publica en el 1926, el año mas importante de la literatura argentina (publican Borges, Güiraldes, Manzi, Discépolo, Alvaro Yunque, Cátulo y José González Castillo, Alfredo Lepera, Roberto Arlt… y se publica “El violín del diablo” libro de poemas de Raúl González Tuñón)
¿Porque le puso “El violín del diablo”?… esperando el tren para volver a Buenos Aires había un loco de la guerra del ’14 que tocaba un violín de lata de una sola cuerda, le pregunté que era eso y contesto:” … es el violín del Diablo”. Me gustó tanto que usé esa figura para mis primeros poemas. Edición de 300 ejemplares. Una enormidad. Los poetas éramos optimistas por entonces… ahora creo que también.
El recato de ése hombre no quita una imagen al paisaje de aquella Estación Rosario Norte y su barrio. Pichincha. El barrio prostibulario.
Héctor Nicolás Zinni fue un impulsivo, obsesivo y compulsivo coleccionista de recuerdos, detalles, datos, acontecimientos de aquellos años. Para suerte de la región uno de los mejores re escribidores, componedores, poeta y relator popular peinó, pulió (digresión: ignoro la razón por la que dicen “pulimentó” algunos cronistas dominicales) y vistió de calidad literaria aquellos trabajos, esas investigaciones de campo. Rafael Oscar Ielpi.
“Prostitución y Rufianismo” debería estudiarse en los colegios para definir el alma de la ciudad. Todas las ciudades tienen un ángel, un alma, algo que las sobrevuela. Leyendo ese libro pensando en el mañana, que es hoy, las cosas se aclaran.
Una cosa la noche y otra el día. El cementerio de las putas fuera de tierra santa. Los odontólogos, proctólogos y comadronas en sitios especiales. El tren de las 23,10 contra el de las 07,00. Las mujeres en chancletas, con el pañuelo atado en una cabellera desordenada a comprar el medio litro de leche y la manzanilla. Viví el coletazo sobre 1960. Tres panes Mignon. 100 de mortadela y 100 de queso. A veces manteca.
Cuando por decisión de una concejala se cerraron los “bailables”, Night Club, Boites y sitios de “alternadoras” no quitaron ni un barrio ni un oficio, quitaron limpieza a la libreta sanitaria. No se precisa mas. Nadie vigila a las putas ni las revisa ¿ Se entiende?
La zona de la Estación de Colectivos tiene mas dengue y paludismo que el resto de la ciudad y desde las ventanas, sobre calle Alsina, una mujer chista (desde la ventana) Bolivianas, paraguayas, de las provincias del norte o necesitadas de aquí cerca. Todas llegadas, recién llegadas a una historia que parece distinta pero no es diferente. Aguante Magdalena.
Ni siquiera la doble moral ha cambiado. Todos, en la Región Rosario, saben de qué se trata cuando digo que ahora a los que quieren prostitución hay que llevarlos a sitios mas caros, escondidos e inseguros para una diversión que no desapareció. Para nada.
Re inventado por Dante Taparelli como arcón de los recuerdos y la segunda mano el barrio Pichincha es roperitos viejos y pilchas de ocasión los domingos y bodegones estridentes de comidas y comiditas en las noches. También algo mas.
En algún lugar se busca droga. Mucha. Vamos, che… que todos nos conocemos. En otros sitios los menores adquieren identidad de veteranos en un instante y por esta noche nada mas.
En las casas mas cercanas a la folletería que se distribuye en sitios bien apreciados vive una tía. Le cagan en los escalones, le vomitan en la puerta, le tocan el timbre, la olvidaron hace mucho. Pertenece al arcón de los domingos por la mañana pero la jodimos, es viernes, madrugada del sábado.
Varias consecuencias tiene administrar la ciudad como un folleto que se lee allá lejos y sin tiempo, sin premura.
Los que viven frente al césped que da al río creen que ese paseo les pertenece y no es así. Es público.
Los que abren sus autos con los parlantes intoxicados de regaetón hasta el amanecer, dejan pichí / caca / jeringa / trapito / forro /botellita / botellones total alguien limpiará. El Estado, lo sentimos mucho, no paga horas extras.
Rosario no es mas una ciudad de trabajo, es una ciudad de servicios. Algunos protegidos, otros no. Una viejita que no puede dormir es un daño colateral, no le hace mella a la folletería. Como no le hacen mella las islas (es otra provincia) ni las venéreas, ni los barrios tomados, ni una insigne biblioteca donde los cumpleaños de los nenes del jardín los costean las sobrinas de “Los Monos”. Nada.
Repusieron el tren a Retiro, pero es mucho mas lerdo. Y se nos murió la tía Susana.
No tiene nada que ver pero recuerdo esto: ” y por el agujero que coses en tu media, sale el sol y se llena todo el cuarto de sol…” . Lo escribió para el barrio de las putas. El poema se llama La calle del agujero en la media. Otros tiempos. Otros poetas. Otro respeto. Otro criterio.