Keylor afuera, el relato adentro: el comunicado que expone más de lo que tapa
La salida de Keylor Navas de Newell’s no solo deja una baja deportiva, sino que revela una forma de conducción que prioriza los valores abstractos por encima del talento, la empatía y la transparencia. Un comunicado frígido, defensivo y contradictorio que, en lugar de cerrar un conflicto, lo expone con sutileza pero sin margen para la duda.
Por Mauro Yasprizza.
Keylor Navas ya no es jugador de Newell’s. Lo que podría haber sido un comunicado institucional cálido, profesional y a la altura de lo simbólico, terminó siendo otra pieza del engranaje discursivo de esta dirigencia: moralismo recargado, narrativa rígida, y cero sensibilidad emocional hacia el hincha.
Desde el primer párrafo, el texto intenta justificar la desvinculación con una seguidilla de valores: “compromiso”, “unidad”, “esfuerzo”, “pertenencia”, “profesionalismo”. Suena bien, claro. Pero cuando se repite tanto lo bueno, es porque hay algo que no se quiere decir. Y lo que no se dice —pero se intuye— es que hubo conflicto. Que Keylor no encajó. Que se fue no por razones deportivas, sino porque no pensaba igual.
Ese es el primer error: el tono moralizante no fortalece al club, lo debilita. En vez de asumir la complejidad de una decisión difícil, se construye un discurso de “pureza ideológica”, como si el proyecto necesitara blindarse en principios para no explicar sus grietas internas.
El segundo golpe está en lo emocional. Navas no era un jugador cualquiera: fue una bomba mediática, un emblema de jerarquía internacional que ilusionó a miles. Sin embargo, el comunicado no lo agradece, no lo valora, ni siquiera lo despide con afecto. Todo lo contrario: lo usa de ejemplo negativo, sin nombrarlo. En lugar de reconocer lo que fue, se lo corrige por lo que no fue. Y en esa operación, el hincha queda afuera, sin contención ni empatía. Pierde algo importante y nadie le habla directamente a su emoción.
Tercero: el subtexto. Frases como “caminar en la misma dirección” o “priorizar lo grupal sobre lo individual” no son neutrales. Son puñales envueltos en celofán. Lo que sugieren es claro: Keylor no quiso alinearse. Y eso, en esta conducción, parece más grave que perder talento, proyección o experiencia. Si no compartís los valores, te vas. La homogeneidad como escudo. El pensamiento único como bandera.
A eso se suma la desconexión entre lo simbólico y lo estratégico. Navas era un activo que trascendía el fútbol. Marketing, visibilidad, formación. Su figura era valiosa incluso sin jugar. Pero nada de eso aparece en el comunicado. Todo se reduce a una especie de limpieza ideológica, como si el club se purificara de algo que no encajaba.
Y para colmo, el final. Dos millones de dólares. ¿Era necesario decirlo así? ¿Qué agrega? Si el mensaje giraba en torno a valores, ¿por qué cerrarlo con una cifra? Es una disonancia narrativa: lo simbólico choca con lo contable. O se fue por filosofía, o se vendió bien. Las dos cosas juntas suenan a parche.
Este no es un caso aislado. La actual comisión ya ha demostrado una tendencia: justificar decisiones polémicas con relatos de principios, sin autocrítica, sin matices, y con escasa sensibilidad institucional. Navas se va, sí. Pero también se va la oportunidad de crecer, de aprender, de comunicar distinto.
Porque lo que debería haber sido un comunicado de agradecimiento se convirtió en un texto que, sin decirlo, lo acusa. Y en esa acusación, se delata algo más profundo: el miedo a la disidencia, el rechazo a las voces fuertes, y una obsesión con el control del relato que, a la larga, puede ser más costosa que cualquier pase internacional.
Una vez más, la forma de contar las cosas termina contando más que el hecho en sí.
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