Los años han pasado y el modelo tradicional de familia se ha visto alternado con “familias ensambladas” o “monoporantales”. En este contexto, la maternidad ha sufrido una transformación tal que hace que muchas mujeres se sientan solas en la crianza de sus hijos.
Influye para la socióloga Teresa Jurado que las madres de este siglo tenemos muchos menos hijos que las madres de siglos anteriores: “Al haber menos hijos muchas mujeres cuando tienen su primera criatura no han tenido una experiencia cercana que les permita aprender la práctica de cuidar de un bebé y de hijos. Eso puede hacerlas sentir solas ante un reto que no saben bien cómo afrontar, sobre todo si no viven cerca de las abuelas u otras mujeres de sus familias con experiencia en la crianza”, explica.
Comparte esa idea María José Garrido, doctora en Antropología especializada en maternidad e infancia, para quien el contexto de crianza en nuestras sociedades occidentales “es el resultado de la soledad física, de la falta de referentes y del desconocimiento real de la maternidad”.
Amor, responsabilidad y profesión
Pilar fue madre hace poco más de un año, el 20 de diciembre de 2016. Es periodista y es cofundadora de una empresa de comunicación por lo que compagina la crianza de su hija con un trabajo que puede realizar desde casa, “haciendo malabares para llegar a todo cada día”. Vive a más de 300 kilómetros de su familia y de su mejor amiga, lo que complica aún más las cosas, sobre todo porque, dice, su pareja y ella han decidido cuidar ellos mismos de su hija prescindiendo de guarderías y otras opciones de cuidados externos».
Para Pilar, sus circunstancias influyen de manera inevitable en su crianza pero también en su forma de afrontar este cambio vital que supone la maternidad: “El cansancio que se va acumulando día tras día, semana tras semana, mes tras mes… Si yo tuviera cerca una red de apoyo familiar, quizá podría dormir más, porque mi bebé podría pasar con sus abuelos, o tíos, un par de horas cada día que yo podría aprovechar para avanzar en el trabajo».
«Pero no es el caso. Me levanto demasiado temprano y llega un momento en el día en el que ya no puedo más, pero mi hija sí. Y me frustro, porque no llego a todo, porque soy incapaz de llegar a todo. Y me siento sobrepasada, con la sensación de no estar dándole a mi bebé todo lo que necesita, de no estar «a la altura». E, insisto, todavía no se ha dado la circunstancia de tener que dejarla en la guardería. Porque entonces sí que diría que la soledad influye rotundamente en la crianza, porque a mí me gustaría pasar con mi hija cuanto más tiempo mejor y una escuela infantil».
Dice María José Garrido que no ha habido una generación de niños más solos en nuestro planeta que la occidental actual. Tampoco ha habido una generación de madres menos acompañadas en la crianza. Por una parte, hace referencia a la ausencia en las sociedades industrializadas “de la red de mujeres en torno a la maternidad, durante el embarazo, parto y puerperio, que ha sido habitual a lo largo de la historia de la humanidad”. Por otra, al tipo de familia predominante en la actualidad: “nuclear, compuesta por padre, madre e hijos, nos ha alejado de la protección de la familia extensa (primos, tíos, abuelos, sobrinos)”.
Los grupos de madres pueden ofrecer recursos, información y calor a la nueva madre.
Claudia Pariente, licenciada en Ciencias de la información y fundadora de Entre mamás, un centro de acompañamiento maternal en Madrid, se encontró tras el nacimiento de su primera hija con “un posparto duro, con una lactancia rota y ningún sitio a donde ir”. Su pareja, ingeniero de profesión, apenas había disfrutado por aquel entonces de un permiso de paternidad de dos días y Claudia, sin red familiar ni social, sintió una enorme necesidad de reunirse con otras madres.
Comenzó entonces a invitar a las madres que conocía a través de foros y blogs, y que estaban viviendo una situación similar a la suya, a compartir un café y charla en grupo en su casa. Muy pronto aquel salón se quedó pequeño. Fue entonces cuando se decidió a abrir un local que sirviera de punto de encuentro para las madres. Nacía así Entre mamás en el año 2009.
Los grupos de madres que desde hace poco más de una década se reúnen o encuentran a través de internet o a nivel presencial constituyen la versión actualizada de los grupos de mujeres tradicionales alrededor de la crianza. “Los espacios, tanto los virtuales como los presenciales, se basan en el altruismo, la solidaridad social y la ayuda mutua, y han supuesto un apoyo emocional enorme para muchas madres y bebés”.
“Los seres humanos necesitamos sentirnos parte de un grupo y, en un momento de máxima vulnerabilidad, como es la maternidad, necesitamos aún más sentirnos comprendidas y contrastar nuestra realidad con otras similares”, cuenta María José Garrido.
Para la antropóloga las redes de maternidad conforman auténticas comunidades de crianza que generan vínculos emocionales intensos y duraderos, y cita entre sus funciones más relevantes “el asesoramiento y resolución de problemas y dudas, compartir vivencias o el apoyo mutuo y sostén emocional”.
«Somos humanas y debemos permitirnos equivocarnos, rendirnos, ser imperfectas, pero todo eso es más fácil permitírselo a las demás. Por eso son importantes las otras, porque son el primer paso para permitirnos, y perdonarnos, a nosotras mismas”, reflexiona.
En este sentido, María José Garrido señala que las madres de hoy viven en una sociedad que les exige ser “madres abnegadas, asalariadas eficientes y perfectas esposas, mientras se las somete a un modelo de juventud, belleza y delgadez imposible. Se nos juzga y sentencia. Las ridículas bajas maternales son una muestra de lo que nuestra sociedad espera de las madres. Volver a la vida estresante a los tres meses y medio. Como si nada hubiera pasado. Cuando tu vida ha cambiado para siempre.”