Como el daño solar es acumulable, las exposiciones reiteradas e indiscriminadas producen a largo plazo un envejecimiento prematuro, lesiones precancerosas y cáncer de piel.
El cáncer de piel es el tipo más común de los cánceres en el ser humano. En los últimos 30 años más gente ha desarrollado un cáncer de piel que cualquier otro tipo de cáncer. En los EEUU se espera que uno de cada cinco habitantes lo desarrolle en el transcurso de su vida. Una de sus causas más importantes es la exposición al sol sin protección o a las camas solares.
Otras causas menos frecuentes son la exposición repetida a rayos X, presencia de cicatrices por quemaduras severas, exposición ambiental al arsénico y antecedentes familiares de cáncer de piel.
¿Cómo lo prevenimos?
La forma más eficaz para prevenir el cáncer de piel es la educación: saber cómo, cuándo y cuánto exponernos al sol. El cáncer de piel es curable en la mayoría de los casos, por eso es importante hacerse exámenes propios constantes y visitar al dermatólogo por lo menos 1 vez al año como medida de prevención.
Signos más habituales que hacen sospechar un cáncer de piel
- Manchas inicialmente planas rosadas o rojizas, ásperas al tacto y que se vuelve cada vez más rugosas o escamosas. Se ven especialmente en la cara, en el dorso de las manos, en el labio inferior y en las orejas.
- Aparición de bultos en la piel que crecen en forma sostenida en el tiempo.
- Lastimaduras en la piel que no cicatrizan a pesar de un tratamiento correcto.
- Herida sangrante, costrosa, no provocada por un traumatismo previo.
- Un lunar que cambia de coloración, sus bordes se vuelven irregulares, es asimétrico y crece (generalmente de tamaño superior a 6 mm).
- Un lunar que pica o se inflama.