La vieja política recibió su factura: el electorado santafesino le abrió la puerta de salida al peronismo, kirchnerismo y comunismo
Opinión. Por Mauro Yasprizza.
Por Mauro Yasprizza.
En las elecciones del domingo 26 en la provincia y la ciudad de Rosario, los partidos tradicionales quedaron al margen mientras La Libertad Avanza pegó un salto superior al 40 % en Santa Fe. El mensaje es inequívoco: los votantes dieron la espalda a los lobos con piel de cordero que dicen representar al cambio.
La foto es clara: en la provincia de Santa Fe, según el escrutinio provisorio, La Libertad Avanza (LLA) obtuvo cerca del 40 % de los votos y ganó en 16 de los 19 departamentos santafesinos. En la ciudad de Rosario el mismo domingo, la lista sacó alrededor del 42,2 % frente a una oposición que se desdibujó.
Ese resultado –enorme– no sólo habla de la fuerza emergente de la nueva derecha, sino sobre todo del abandono masivo de los ciudadanos a las fórmulas clásicas del peronismo, kirchnerismo y comunismo. Los que durante décadas se presentaron como guardianes del “pueblo” y ahora fueron tratados como partícipes del clientelismo, la política de siempre, el asistencialismo sin futuro.
El electorado castigó la mediocridad, la repetición de rostros, la retórica vacía que ya no convence. Y lo hizo con datos concretos: LLA se posicionó claramente como primera fuerza, relegando al segundo plano a partidos que suponían tener asegurado el respaldo.
En Rosario, una ciudad clave para cualquier mapa político provincial, el mensaje fue más duro aún: alrededor del 42 % optó por el cambio mientras los “guardianes” de la vieja política masticaban el resultado. Santa Fe capital vio también más del 38 % para LLA.
Este lunes, la vieja guardia se enfrenta a una verdad incómoda: no fueron sólo derrotados, sino casi ignorados. Y no basta con “revocar” nombres. Se trata de un callado rechazo al modelo que los sostuvo: intermediación, poco rendimiento, clientelismo, puertas giratorias. El electorado dijo basta.
El componente humano del cierre de urna lo dice con claridad: ciudadanos –maestros, madres, jóvenes que laburan de sol a sol– que durante años escucharon promesas de “inclusión”, “justicia social” y “transformación”. Este domingo, en muchos casos, votaron al que prometía otra cosa: menos discursos, más acción. ¿No es eso lo que reclama la gente? Y cuando la opción tradicional es vista como continuadora de lo mismo, el castigo es implacable.
Que nadie lo malinterprete: no es una fiesta de victoria escandalosa, ni un anuncio de plenitud democrática. Tampoco es la euforia de los ganadores lo que importa sino la humillación silenciosa de los perdedores. Ese es el mensaje más duro: la gente ya no quiere que le prometan futuro mientras le dan lo mismo.
Si el peronismo, el kirchnerismo y los partidos comunistas esperaban que las urnas les dieran otra oportunidad simplemente por tradición, por clientela, por viejos vínculos, se equivocaron. Esta vez, la historia no les hizo lugar. Y del otro lado apareció alguien que dice alterar el tablero.
La pregunta que queda: ¿qué harán ahora los partidos castigados? ¿Renovarán estructuras, rostros y prácticas, o se contentarán con resucitar slogans gastados? Porque el resultado en Santa Fe no fue un accidente: fue la consecuencia de años de promesas incumplidas y expectativas defraudadas.
Y para Rosario, núcleo duro de la política santafesina, el mensaje resuena más fuerte: “Si no cambian ustedes, los cambio será otro».
Con este resultado, la vieja política tiene una oportunidad para reflexionar (si es que puede). Porque si no lo hace, la próxima vez no participará simplemente.

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