Ni ellos, ni sus perros: el abandono no es opción
Un proyecto busca permitir que las personas en situación de calle ingresen a refugios junto a sus animales. La medida apunta a evitar muertes por hipotermia y a garantizar una mínima dignidad. Hay antecedentes exitosos en otras ciudades. ¿Qué estamos esperando?
Por Mauro Yasprizza.
La escena se repite año tras año, pero no por eso duele menos: un hombre muere en la calle, abrazado a su perro, porque en el refugio no lo dejaron pasar con su compañero de vida. El último caso, ocurrido en Rosario la semana pasada, vuelve a abrir una herida que todavía no queremos mirar de frente.
Por eso, el ingreso al Concejo Municipal de un proyecto para permitir la estadía de personas en situación de calle junto a sus animales no es sólo una propuesta legislativa: es un acto de justicia mínima. De humanidad básica. Y, sobre todo, una forma de evitar que el frío, la indiferencia y el abandono sigan cobrando vidas.
La resistencia a separarse
Quienes viven en la calle muchas veces tienen en sus perros al único vínculo afectivo estable, la única compañía constante en medio de la intemperie y la exclusión. Para ellos, dejarlos atrás no es una opción. “No me separo de mi perro ni muerto”, repiten. Y no es una metáfora. En Rosario, hace pocas semanas, una pareja que dormía en pleno centro no podía acceder a ningún refugio porque no aceptaban a su perro. De nuevo, la puerta cerrada por tener un lazo afectivo.
El caso más reciente, el del hombre fallecido por hipotermia por negarse a dejar a su animal solo en la calle, lo dejó claro: el sistema no puede seguir pidiendo a las personas que renuncien a lo poco que tienen para ser ayudadas.
Una idea simple, de bajo costo y gran impacto
El proyecto que se presentó en el Concejo plantea una adecuación mínima en los espacios municipales que funcionan como albergues, para que incluyan áreas destinadas a animales. No se trata de una gran inversión ni de una estructura compleja: bastan algunos caniles o zonas delimitadas y la coordinación con voluntarios, asociaciones proteccionistas y veterinarios solidarios.
El espíritu es claro: si alguien busca refugio, debe poder hacerlo con quien lo acompaña en la calle. Con su perro, su gato o el ser que eligió —o lo eligió— para no sentirse completamente solo.
Casos que sí funcionan
No es una locura. Hay antecedentes exitosos en distintos puntos del país y del mundo:
• En Buenos Aires, el parador “Costanera Sur” incorporó espacios para que personas en situación de calle entren con sus mascotas. Fue un cambio simple, que generó impacto positivo inmediato.
• En España, el Ayuntamiento de Zaragoza habilitó en 2023 un refugio con espacio para personas sin techo y sus animales. Desde entonces, la ocupación creció y se evitó que muchas personas sigan durmiendo en la calle.
• En Canadá, varias organizaciones sociales trabajan en red para ofrecer alojamiento conjunto. “No hay por qué elegir entre sobrevivir y abandonar a quien te da amor”, dijo una de las promotoras.
Rosario frente a la ola polar
Los próximos días traerán la ola polar más dura del año. Las mínimas bajo cero ya se sienten, y los centros de emergencia están en alerta. La pregunta es simple: ¿vamos a esperar otra tragedia para actuar?
El proyecto ya está en el Concejo. Y no pide nada imposible. Pide empatía, voluntad política y una comprensión más profunda de lo que implica vivir en la calle.
No se trata de “perros”, ni de “comodidades”. Se trata de derechos básicos. De reconocer que la dignidad humana no se puede exigir a cambio de la soledad. Que nadie debería tener que elegir entre dormir bajo techo o estar con quien más quiere.
Hoy hay una oportunidad concreta para cambiar la historia. Está en manos de quienes legislan. Pero también en la de toda una sociedad que debe decidir de qué lado está: si del lado del abandono o del lado de los que —incluso sin nada— eligen seguir amando.
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