Por Mauro Yasprizza
En Santa Fe, el peronismo dejó de ser un partido político para convertirse en un espectáculo a cielo abierto. Y como en todo reality que se precie, hay alianzas inesperadas, traiciones televisadas y un guion que mezcla denuncias de corrupción con abrazos gremiales. Esta semana, la foto del diputado Eduardo Toniolli con la plana mayor de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte fue presentada como un acto político, pero en realidad se sintió más como una gala de nominados: todos sonreían, pero todos sabían que alguno va a quedar afuera.
Toniolli, referente del Movimiento Evita, habló de “recorrer fábricas, barrios y puertos”, como si el Evita no estuviera salpicado por denuncias que le complican la campaña más que la inflación. Y ahí están los titulares: sanciones a cooperativas, fondos millonarios bajo la lupa, y la sombra eterna de Emilio Pérsico con sus acusaciones de desviar miles de millones de pesos. Pero en Santa Fe, la política es experta en reciclar reputaciones: un buen acto con banderas y la agenda se acomoda.
La interna es digna de un manual de autodestrucción. Omar Perotti quiere recuperar protagonismo, La Cámpora se mueve en silencio como si no fuera parte del problema, y Lewandowski —senador, comentarista político y bombero voluntario de incendios partidarios— advierte que podrían presentarse tres listas distintas. Una para cada tribu: el perottismo, el Evita con Ciudad Futura, y el oficialismo que todavía responde a Rossi.
La alianza entre Evita y Ciudad Futura merece un párrafo aparte. En cualquier otra provincia sería un matrimonio imposible. En Santa Fe es apenas un martes. Pura lógica electoral: lo que no da por convicción, se negocia por votos. Total, el electorado ya está acostumbrado a que las ideologías sean como las ofertas de supermercado: hoy están, mañana vencen.
Mientras tanto, el PJ provincial se rompe en cámara lenta. El congreso partidario terminó en portazo múltiple y Toniolli renunció a la vicepresidencia provincial denunciando manejos “a libro cerrado”. El problema es que el libro cerrado no es solo el del PJ, es el de toda la dirigencia, que todavía no entendió que la gente ya no lee cuentos de hadas.
En este sainete, lo único seguro es que, gane quien gane, la factura la paga el electorado. El peronismo santafesino no está en campaña: está en casting. Y como todo casting, busca caras que vendan, aunque no tengan libreto.
La política, decían, debía recorrer fábricas y barrios. En Santa Fe, antes debería recorrer un curso de ética. Porque si no hay educación política, pasa lo mismo que con la educación vial: todos saben las reglas, pero en la primera esquina las violan.
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