Ribair es inocente. No tenga la menor duda su señoría. De toda la cadena de responsabilidades para que el sábado los memoriosos, y los no tanto, comparen al debut del uruguayo Ribair Rodríguez con el del brasileño Jardel en 2004, el moreno oriental es el menos implicado.
Minuto 20. Cacciabue, una especie de proyección Modric a la argentina, deja la suela un poco alta y ve la roja. Lamolina no entiende de peros y lo expulsa (exagerado). Bidoglio debe rearmar el medio. Ya la había pasado bastante mal con el toque de la T en el medio. Sin embargo, la visita también se queda con 10 al toque. Minuto 26. Se arrima a la línea de cal un tipo alto y corpulento. Se le da por fin. ¡Es Ribair! comentan entusiasmados en la platea de la visera. Luce grandote, que se yo, tipo Chengue Morales. No entiendo mucho de genética. Si juega en primera algo tiene.
Comienza a escribir el ex Boca sus primeras líneas con la rojinegra. Aplausos. Se va Figueroa (de aceptable partido) y entra esa figura intimidante para ponerse firme en en medio bajo el grito de «No pasarás». Es uruguayo. Tiene lógica. La imagen de un cuchillo entre los dientes, los 33 orientales y esas historias mitólogicas que no tienen sentido ponerlas sobre el tapete en este momento.
En el partido, siempre dio la impresión que Talleres estaba mas conectado, había mas sensación de equipo. Corría bien la cancha y el medio tenía buen pie y atrevimiento. La marcha de los rojinegros eran de un cambio mas lento, de un segundo tarde. El 1 a 1 no era mal negocio para Newell’s ya que Aguerre otra vez salvaba las papas. Volvemos a Ribair.
El filtro del medio de la Lepra a esa altura poco tenía de eso y para colmo Vojvoda ponía a Maroni y al petisito Ortiz, que es un diablo en camiseta. La balanza parecía ir inclinándose despacito hacia el arco de Aguerre. De vez en cuando, los de Bidoglio respondían con alguna contra. Ya estaba Formica pero le costaba tenerla mucho tiempo. El medio de Newell`s comienza a flaquear. Va Ribair a cortar y no llega. Va Ribair a tocar pero apenas controla se la roban. Va Ribar al anticipo y queda patas para arriba. Esto no puede estar pasando.
Vuela la primera amarilla para el moreno. Bueno, debe estar acomodándose habrán pensado en esa luminosa platea del museo a puro sol todavía. Gol de Talleres. Lo da vuelta y lo llena de interrogantes al dueño de casa. Newell’s carretea y los cordobeses vuelan, se despliegan. Tomás Pochettino está en una pierna. Juega parado pero se la da a uno de su propio equipo al menos. Desesperación leprosa. Casi lo empata Formica. Revienta el travesaño. De contra, se lanza el juvenil Tenaglia en una aventura ofensiva. Va Ribair. Bueno, una forma de decir. Golpe, caída, roja y el mundo se le viene abajo.
El público se ríe entre la pulla y el descreímiento de lo que ven sus ojos y despide entre silbidos y abucheos este debut difícil de olvidar para Rodríguez. Lo que no sabe todavía es que en apenas un par de horas su nombre será tendencia en las redes sociales cloacales. Ahora bien, dicho esto: alguien puso su nombre sobre la mesa cuando se buscaba reforzar ese sector del campo. Alguien se interiorizó por su actualidad en un modestísimo equipo uruguayo. Alguien aprobó su llegada a vestir una camiseta super pesada. Alguien lo vio entrenar y alguien decidió que era momento de ponerlo en cancha. Alguien debe hacerse responsable del bochorno y el papelón por el que tuvo que pasar Ribar. Por eso digo, con total seguridad que en esta triste, y quizás efímera historia del oriental en Rosario, el único inocente es Ribair, hasta que alguien me demuestre lo contrario.